jueves, 5 de julio de 2012

DRIMO ELEGANS






DRIMO
 UNA PEQUEÑA JOYA








  Llevo muchos años sumergiéndome en las aguas del Mediterráneo, este precioso mar templado que se extiende a lo largo de la costa este de nuestra Península Ibérica.
   Mis observaciones se han centrado principalmente en la costa valenciana y alicantina, mi comunidad.
   Tiene el privilegio de estar formada con tres diferentes tipos: de finas arenas, de cantarines cantos rodados o de agrestes acantilados.
   Cada una de ellas acoge una fauna y una flora muy particular adaptada a su morfología.
   Sus fondos costeros suelen estar cubiertos de praderas de Poseidónea oceanica, endémica del Mediterráneo, que albergan infinidad de especímenes, pues son nuestros bosques submarinos.
   A mí siempre me han atraído las costas de roca, ya que tienen la cualidad de albergar las aguas más limpias, que me facilitan enormemente las observaciones en sus profundidades.
   Otra gran ventaja que tengo con ellas es la facilidad para descender a fondos profundos y por ello descubrir mayor número de especimenes submarinos al variar radicalmente los ecosistemas.
   Era verano, cuando en los años setenta, buceaba junto al Peñón de Ifach en su cara Norte. Estaba buscando un precioso pez, comúnmente conocido por Salmonete real o Reyezuelo y científicamente denominado como Apogon imberbis.


   Así que cuando escudriñaba por las cavidades de las rocas, y al mismo tiempo que descubrí un Apogon, ante el cristal de mi gafa, apareció un pequeño crustáceo que jamás había tenido la oportunidad de contemplar.
   Solo tenía unos tres centímetros pero era precioso, muy original. Su cuerpo obscuro estaba repleto de manchas amarillas que le daban un aspecto aleopardado. La faz, más bien plana, con tono blanquecinos como las patas y las pinzas con toques azulados en sus extremos, que le daban un porte singular, para mí, desconocido.
   Deduje que posiblemente fuera de costumbres nocturnas, justificándose la falta de encuentros con esta especie en tantos años.
   Rápidamente le saque unas pocas fotos antes que desapareciera en el fondo de aquella grieta, en la intimidad de sus tinieblas.



   Aquel encuentro me llenó de alegría y tuve prisa por llegar a mi casa en Valencia para consultar la guía de flora y Fauna del Mediterráneo y descubrir el nombre de este crustáceo tan desconocido para mí.
   Pero en la guía no estaba, por ello acudí a la Sociedad de Acuariofilia para pedirles ayuda.
   Nadie conocía aquel crustáceo y por más que consultaron en su abundante colección de libros y revistas especializadas con este tema, no hubo forma de encontrar una pista, pero se comprometieron en ello.
   Así pasaron los meses con aquel interrogante, que me dejaba  con  la posibilidad de haber descubierto un nuevo espécimen en estas aguas del Mediterráneo.
   Un año después me llamaron de la Sociedad Acuariofilia de Valencia para comunicarme que ya conocían el nombre de aquel espécimen. Una revista italiana de submarinismo, había publicado un artículo de nuestro crustáceo, acompañado de una fotografía. Era él.
   Le llamaban Drimo elegans y el artículo nos dejaba con la impresión de que ellos lo habían descubierto; esto me enfadó mucho, por que una vez más, se cumplía en “meninfotismo” del pueblo valenciano. Habíamos dejado que nos arrebataran mi descubrimiento y la oportunidad, por ello, de haberlo bautizado.
   ¡Mi gozo en un pozo!

   Pero no era así, estuve muchos años equivocado.
  Hoy día, las maravillosas rutas del Internet, me condujeron a comprender mi error.



  La realidad del descubrimiento se remontaba al siglo XVIII. Un eminente estudioso franco-italiano Joseph Antoine Risso, lo había descubierto investigando en las redes de los pescadores del Mediterráneo, era su forma de trabajo, ya que en aquella época, el buceo estaba muy limitado, pues aun no había nacido Jacques-Yves Cousteau.

   Esta gambita de gran belleza, la describe con su nombre científico Russe, Gnathophyllum (Drimo) elegans.
   Gnathophyllum significa que tiene las mandíbulas aplanadas en forma de hoja.
  El crustáceo es inconfundible y por lo que he averiguado actualmente, vive en zonas someras, en praderas de algas y rocas o bien en el interior de cuevas, donde  yo tuve la oportunidad de encontrarlo.       Su carácter es huidizo, lo que dificulta su observación e indudablemente la toma de fotografías.
  Estudiar los fondos marinos sigue siendo un reto para la humanidad, a pesar de la avanzada tecnología que hoy día disponemos, pero siempre está muy limitada por su inmensa extensión, profundidad y el tiempo de nuestra permanencia bajo sus aguas.
   Aun sigo soñando con que me crezcan agallas para resolverlo. 

Manolo Ambou Terradez

2 comentarios:

  1. Curioso bichico que nos has descubierto, también estas en el fondo del mar, sigue con tu labor divulgadora.

    ResponderEliminar
  2. José Carlos Olmos5 de julio de 2012, 9:17

    Nunca había visto este especimen, ni siquiera en los documentales de discovery o national geographic. Mi enhorabuena por el artículo.

    ResponderEliminar