viernes, 18 de noviembre de 2022

PETRA




UNA CIUDAD ESCONDIDA


Como he contado más de una vez, mi vida está repleta de proyectos, el origen de los cuales llega a través de diversos medios de comunicación. Los libros me han sido y siempre lo serán, fuente infinita de inspiración. La lectura de historias, aventuras, experiencias… me ha transportado a mundos de ensueño. 


Pero, aunque me gusta soñar, prefiero la realidad. Prefiero empatizar con los descubridores de espacios inimaginables: sentir como ellos, emocionarme con ellos. Disfrutar en primera persona de aventuras, vivirlas, olerlas...


La naturaleza o el ser humano han creado lugares cautivadores. Nunca seré capaz de admirarlos suficientemente, lo sé, pero mientras pueda, seguiré visitándolos. Para mi es como un deber, como una muestra de agradecimiento por estar vivo.


Uno de esos grandes objetivos era conocer PETRA, (sí, con mayúsculas). Este lugar es la constatación de un momento histórico impresionante escondido en el interior de un desierto de roca.


Cuando supe de la extraordinaria aventura del suizo Jean Louis Burckhardt (1784-1817), quedé prendado. Tenía que conocer estas emocionantes ruinas que, en 1812 dejaron sin aliento al europeo.


Por aquel desierto pétreo


Aquel año (1992) mi inseparable compañera de viajes, Pilar, y yo regresábamos de admirar la fascinante arqueología egipcia, y ya que estábamos por allí, decidimos acercarnos a Jordania, con el objetivo preferente de conocer estos monumentos nabateos que fueron realizados entre los años 25 - 24 a de Cristo.


Poco antes de descender hasta lo que hoy es la ciudad de Petra descubrimos a lo lejos, en alto, una pequeña construcción blanca. Se trataba de la tumba de Aarón.


Tumba de Aarón

La historia de este aventurero es extraordinaria. Haciéndose pasar por un mercader, viajó por el Oriente Próximo y Nubia. Burckhardt estudió la lengua árabe en la Universidad de Cambridge ​ y se preparó de forma rigurosa para su carrera como explorador. Se cultivó tanto en la cultura musulmana que incluso llegaban a consultarle interpretaciones del Corán. Hay que saber que, si hubieran descubierto su verdadera identidad, lo habrían matado por espía. Con el nombre falso de Jeque Ibrahim Ibn Abdallah, y pidiendo a un guía que lo acompañara hasta la tumba de Aarón (con el fin de ofrecer el sacrificio de una cabra), encontró las desconocidas ruinas nabateas. 

Johann Ludwig Burckhardt disfrazado.


Aquel día, explorador, cabra y guía, penetraron por el angosto y se dieron de narices con la tumba del Tesoro. Asombrado, tuvo que reprimir su emoción ante el guía que lo acompañaba. Al fin había descubierto la mítica y desaparecida Petra, que el mundo occidental desconocía y el musulmán tenía desestimado, olvidado.


No os perdáis esta extraordinaria historia de Jean Louis Burckhardt, buscadla.



Vuelvo al relato

Pilar y yo, a primera hora de la mañana, en solitario, montados a caballo, entrábamos por el angosto serpenteante. Por sus orillas advertimos canalizaciones para el agua talladas en la roca. Unos kilómetros después, tras una curva de la profunda y angosta garganta, nos dimos de bruces, como Burckhardt, con el templo del Tesoro que tanto habíamos soñado.

Quedamos sin habla, muy emocionados. Era como una aparición fantasmagórica, de un edificio de estilo helenista en el interior de aquellas montañas de roca de rodeno rojizo.


Entonces comprendimos perfectamente el impacto que debió sentir en su momento el explorador, salvo que, nosotros podíamos expresar nuestro júbilo ante aquella belleza y él no. Burckhardt entró en la cámara del Tesoro, simulando que iba a orinar, y allí escondido tomó algunas breves notas de lo que veía, nosotros, creo recordar que gritamos.


Tumba del Tesoro


El edificio estaba tallado con enorme habilidad de arriba abajo. En su interior tenía una sala cuadrada enorme y en el techo y paredes aparecía el veteado de arenisca con impresionantes colores. El resultado pictórico era muy original, envidia (o inspiración) claras para cualquier pintor actual de Pop Art.







La estancia fue la tumba del rey Aretas III (85 a C- 62 a C). Esta decoración natural la seguiríamos admirando en muchos rincones de aquellas rocas talladas por el pueblo nabateo. 




Continuamos por la calle de Las Fachadas, un seco barranco, donde aún pudimos encontrar pequeños fragmentos de fina cerámica nabatea. Los artistas nabateos eran unos ceramistas excelentes y muy apreciados. Eran trozos como los que disimuladamente recogió Burckhardt, pero que terminó tirando por miedo que algún pastor lo hubiera visto. Esos restos lo podrían descubrir como extranjero: es probable que un musulmán no hubiera tenido la menor curiosidad por aquellos cascotes históricos olvidados y desechados tantos siglos por sus habitantes.


Teatro romano

A nuestra izquierda encontramos el Teatro, cincelado también en la roca antes que lo ampliaran los romanos para dar cavidad a 8.500 espectadores en el 106 d C.

En la otra cara del ahora amplio valle, se alzaban numerosas tumbas, talladas en fachadas y cuevas. Siguiendo la calzada romana hacia el oeste, alcanzamos una hilera de columnas: algunas aún en pie, otras despedazadas por el suelo. Nos
dirigíamos hacia una larga escalinata que nos dejó ante el Monasterio. Tenía unas dimensiones mayores que las del Tesoro (cerca de 50 metros de fachada y unos 45 de altura). Era también muy hermosa aquella tumba nabatea.




Por los alrededores me sorprendieron, trepando por las rocas y algunas escalinatas excavadas en ellas, pastores con rebaños de cabras negras que ascendían por las quebradas buscando (no sé dónde…), pastura para los animales en aquel desierto. 



Tumba de los Obeliscos

En un principio no acabábamos de entender que, en un desierto pétreo, sin agua ahora, se hubiera asentado un pueblo tan importante. En los años 50 d C, llegó a tener más de 20.000 habitantes.


Cuevas y escaleras para facilitar sus recorridos. 


Pero el secreto estaba en aquella fortaleza natural: en el agua de lluvia que acumulaban y distribuían con ingeniosas acequias y aljibes de captación. Las fuentes eran un recurso escaso. También en el atractivo de estar situada en el paso de las caravanas que comerciaban con las especias, perfumes,
marfil, seda, incienso…


Tumbas de bloque

Los aranceles por el paso de las caravanas, descanso y aprovisionamiento de agua y alimentos, obligaban a aquellos viajeros a pagar tributos que enriquecieron enormemente al pueblo nabateo. 


El Monasterio


PETRA ocupa un lugar preferente en el transcurso de la historia y la cultura de la Humanidad. No podíamos dejarla pasar. La vida de los convencidos viajeros obliga a ello. No os la perdáis.



Fotografías del autor con su nombre.


Reportaje de su descubrimiento realizado por TVE:

https://www.rtve.es/play/videos/ciudades-perdidas/petra-un-reino-en-el-desierto-i/3173785/


Manolo Ambou Terrádez

6 comentarios:

  1. Manolo muy bonito y muy currado enhorabuena un abrazo de Torres

    ResponderEliminar
  2. Gracias Torres: me desaparecieron muchas fotos de entonces, y esperaba volver para vengarme ahora con las digitales, pero me ha dado miedo ver mucha gente ahora. Así que me quedo con esta experiencia en solitario. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Manolo a lo largo de tus articulos veo que tus fantasias de pequeño sean vuelto realidad

    ResponderEliminar
  4. Si no tuviéramos fantasías y proyectos nuestra vida sería muy triste.

    ResponderEliminar
  5. Mi felicitación y admiración por tu esfuerzo y tesón en la vida.eres un ejemplo vivo y orgullo de los Terradez. Abrazos

    ResponderEliminar
  6. Relatar mis experiencias es mi modesta aportación a la sociedad.

    ResponderEliminar