martes, 1 de febrero de 2011

TRIOPS CANCRIFORMIS







UN “BICHICO” DE LAS ALCUBLAS


Desde muy pequeño he sentido admiración por esa serie de especies de nuestro planeta que mostraban semejanza con algunos de aquellos seres enormes o terribles del Jurásico, ya desaparecidos: el elefante por su tamaño; el cocodrilo por su aspecto y fiereza; y el rinoceronte, especialmente el indio, con esa gruesa piel arrugada que le da un aspecto de auténtica coraza, similar a aquellos grandes herbívoros.




Para mí, era la única ventana que me mostraba esa época, dominada por espectaculares seres.  Pero el cine, desde sus primeros balbuceos, intentó mostrarnos algunos de aquellos terribles seres.  Sus técnica fue tan básica que mas bien nos daba risa. Solo lo consiguieron con la apareció de la tecnología digital,  que apoyada por los actuales conocimientos, han conseguido resultados extraordinariamente sorprendentes, muy reales, inaugurado con esa película sorprendente de  Spieberg “Parque Jurásico”; desde  ese momento si que impresionan.

Pero estos seres, que realmente no son tan antiguos, se quedan “en pañales”  por su edad, al compararlos con uno de los animales que hace poco pude observar en Alcublas, vivito y coleando. ¡Quien lo podía pensar!




El Triops cancriformis es un crustáceo branquiópodo perteneciente al orden de los nostráceos, que dejó de evolucionar desde el Triásico, hace 220 millones de años; ¡que se dice pronto!
Este “bichico”, ha encontrado su estado perfecto para el lugar donde reside y por ello , desde entonces, no ha necesitado sufrir variaciones en ningún momento para seguir en esa loca carrera de la perpetuación de la especie, en la que todos los seres de nuestro Planeta participamos; la razón básica de la vida. Muchos seres no se adaptaron correctamente, o quizá, no lo consiguieron a tiempo, y desaparecieron.

Como dijo Charles Darwin: Las especies evolucionan adaptándose al medio que cambia lentamente (De su revolucionaria publicación “ Origen de las Especies”)
Este primitivo espécimen retiene unas características que no ha necesitado modificar para su supervivencia, siendo hoy día similar a los fósiles de sus parientes encontrados en el Triásico.

Forma parte de ese pequeño grupo de plantas y animales “primitivos”: como el árbol del Ginkgo, Alguna especie de tiburón, La Zarigüeyas, o el Nautilus; un pariente de ese fósil tan común en la Serranía, el Amonites. Todos estas especies se encuentran fielmente representadas, sin cambio alguno, en fósiles que nos garantizan su longeva presencia.

Esto nos puede sugerir una pregunta muy interesante, que bien merecería una contestación por algún biólogo interesado e informado.
   ¿Es más perfecto el “avanzado”, que ha evolucionado enormemente desde sus orígenes?
    O…  ¿Acaso lo es más el “primitivo”, que no ha requerido ninguna evolución, por ahora, para conseguir perpetuar su especie hasta nuestros días?

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   Fijémonos en lo interesante de este animalito que vive en algunas charcas de lluvia.
   Este Crustáceo, tiene una vida muy corta, de un máximo de 90 días. En ese tiempo, devora todo lo que se le pone por delante más pequeño que el: materia orgánica, pequeños invertebrados y si se le pone a tiro algún renacuajo que otro.
   En esos días, consigue alcanzar los 10 cm de largo y pone gran número de huevos, que quedan enterrados en el fondo de la charca donde habita.
   Llega la sequía; desaparece el agua; se forma barro y más tarde se convierte en tierra por la erosión; hielos del invierno; y de esta forma un año, dos, tres…….diez; vuelven las lluvias; se llena la charca; llega las altas temperaturas y …..
   ¡Milagro! Comienzan ha eclosionar los huevos y a reproducirse nuevamente.
   Pero no queda aquí su periplo.
   ¿Cómo se expande a otras charcas? – Me preguntareis.
   Pues…. con las corrientes de agua, pero más eficazmente volando.
   Si, volando.
    Un ave que llega a la charca para beber o bañarse, se le impregnan las patas de barro que contiene alguno de esos heroicos huevecillos, y ………. surge nuevamente la vida en otro lugar de condiciones similares; el milagro de la vida.

Fotografías del autor.

Manolo Ambou Terrádez

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