Tenía solo siete años cuando ya acompañaba a mi
abuelo Pepe “El Moliner” en sus correrías de caza por los montes de Mira en
Cuenca.
Muchas veces, a nuestro regreso de la montaña,
iluminados solo con la penumbra del crepúsculo, mis ojos descubren algún bulto
más oscuro en el polvo blanquecino del camino, y conforme nos acercamos mi
mente trataba de adivinar la realidad de aquella anomalía en la uniformidad del
suelo.
La conclusión de mis razonamientos, por mi
experiencia, daban tres opciones: Una piedra, unos excrementos de alguna
caballería o lo que más esperaba, una “Palomica ciega”, como le denominaba mi
abuelo.
Algunas veces teníamos suerte y cuando nos
encontrábamos a pocos metros, repentinamente salió volando sin ruido alguno.
Era un ave de mediano tamaño, como una tórtola, de
costumbres crepusculares, que jamás había visto a la luz del día.
Pasaron los años y mi formación faunística se fue
ampliando, especialmente cuando me incliné por la fotografía de naturaleza y
descubrí su imagen en los libros de ornitología. Se trataba del Chotacabras ( Caprimulgus ….), “Fagot “en Pedralba, un pueblecito de los Serranos en
Valencia.
Dos especies muy parecidas revuelan por nuestra
península Ibérica: el Chotacabras gris (Caprimulgus
europaeos) y el Chotacabras pardo (Caprimulgus
ruficollis)
Ahora, sumergido de pleno en esta afición
ornitológica, he conseguido descubrir al pardo varias veces a la luz del día en
los secanos de algarrobos o incluso en algún claro entre los naranjos o pinares.
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¿Lo veis? Se encuentra justo en el centro de la fotografía |
Sinceramente, es muy difícil dar con ellos, dado el
perfecto mimetismo de su librea y su inactividad diurna, camuflado
perfectamente en el suelo o posado en algún tronco rugoso. Solo lo
descubriremos cuando lo espantamos por acercarnos a muy corta distancia, con nuestra
consiguiente sorpresa.
En primavera, a la caída de la noche, escuchamos
su canto penetrante “cuTOC-cuTOC” muy
repetitivo, especialmente los días de fuerte Luna. Seguro que se encuentra
sobre la rama de algún árbol dominante en la zona.
Viene desde África para anidar en tierras menos
cálidas y con abundancia de insectos, como tantas otras aves.
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Chotacabras pardo vuela sobre el "nido" |
Se alimenta de insectos mientras planea por la
noche. Los atrapa con su enorme boca, ayudado por una serie de cerdas, que
utiliza como si fuera un embudo, una red.
Pero me da la impresión, de que además son sensores para detectar las vibraciones de los
insectos en vuelo.
También atrapa los insectos que deambulan por el
suelo, por lo que en algunas ocasiones podemos verlos en las carreteras,
corriendo un evidente peligro.
Si disimulamos al descubrirlo, sin dejar de andar y mirando el lugar
de su partida un poco de reojo, sin dirigirle en ningún momento nuestra faz,
con suerte y si tenemos cuidado, podemos descubrir un par de huevos
blancos, moteados con manchas
pardas, o en su defecto los pollos, más difíciles de ver por sus confusas
pilosidades.
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Al cerrar los ojos desaparece |
Si, no hay nido; no lo necesita. Solo se ha
aproximado a algún tronquito y con su extraordinario camuflaje, burla a los
depredadores. Solo tiene que cerrar los ojos para que no brillen,
dejándolos ligeramente
entreabierto justo para vigilarnos. Porque debemos recordar que la vida se
muestra especialmente en el brillo de los ojos.
Es tal su confianza a su camuflaje, que si nos
movemos sin demasiadas brusquedades, nos aguantarán hasta que nos encontremos a
solo un par de metros y a veces menos.
Si advierte que hemos descubierto los huevos o sus
pollos, cuando nos hayamos alejado, volverá para llevarlos en la “comisura
bucal” uno a uno, e instalarlos en un nuevo lugar. De todas formas, tiene mucha
costumbre de cambiarlos, sin motivo aparente, muy frecuentemente a solo unas
decenas de centímetros varias veces al día.
No confundiros por el tamaño del pico, pues solo
apreciamos la punta, pero su tamaño es impresionante, como ocurre con los
vencejos.
Si hemos delatado nuestro descubrimiento, podremos
escondernos a más de 50 metros, con unos prismáticos, o mejor aún, con un
telescopio terrestre más alejados
y con paciencia, tendremos la oportunidad de observar su regreso sin
molestarle.
Una vez ha comprobado la ausencia de peligro, llega
planeando a poca altura con varias pasadas de reconocimiento y se dejará caer verticalmente
sobre su “nido”, con unos movimientos
irregulares muy sorprendentes.
En muchos casos, los nombres comunes con los cuales
se les ha denominado a algunas especies de fauna, resultan ser muy
descriptivos: Oropéndola, por su color dorado y nidos colgantes, pendulares;
Cardelina, por su gran afición a
comer las semillas de los cardos, “Frailecico” (Collalba rubia), por su
semejanza al hábito jesuita, blanco y negro; Piquituerto, por su pico cruzado
etc.….
En el caso del “Chotacabras” proviene de una mala
observación debido a la falta de luz, por parte de los pastores, al suponer que
su costumbre de revolotear y corretear entre el ganado, se debe a su afición
por alimentarse también de la
leche. Nada más erróneo, pues en realidad lo que busca son los insectos
atraídos por los numerosos excrementos.
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El autor ante el Chotacabras bajo la flecha roja, perfectamente mimetizado. |
Fotos del autor.
Manuel Ambou
Terrádez
Excelente tramajo Manolo, con buen reportaje fotografico y bien documentado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy desconfiado el pájaro... se lleva los huevos por si acaso. Bien por las fotos.
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