martes, 1 de febrero de 2011

MARTÍN PESCADOR (Alcedo attbis)






OTRA AVE CORALINA, OTRA JOYA DE NUESTRA FAUNA





   Aquel día, me encontraba sentado junto a la ribera del río Turia, en Los Serranos, dentro de lo que hoy día es el Parque natural del Turia, gozando por unas horas, de la soledad humana.
Momentos de paz que me hacían disfrutar enormemente de la naturaleza; y los necesitaba.
Era Febrero.
Escondido entre la disminuida vegetación, escuchaba el rumor del agua.
Disfrutaba de la variedad de especies, que de una forma u otra, se mostraban ante mí con su presencia o con solo sus reclamos.
Daba la impresión que me encontraba ante un escenario.

  Solo debía seguir quieto. Evitaba delatar mi presencia, para que aquellos personajes tímidos y, con razón, desconfiados, mostraran su papel en ese guión de “La Vida”. ¡¡¡Hacía frío!!!
Un sinfín de especies invernantes se subían al escenario junto a otras residentes.
Unas aves acudían en pequeños bandos para beber o asearse con sus trepidantes baños; otras perseguían insectos escondidos aún del invierno, en las grietas y protuberancias de las cortezas de los árboles; entre las hojas de las cañas; o en los orificios de las rocas semicubiertas por la vegetación de la ribera.
Un pequeño roedor se dirigía hacia mí, silencioso, nadando por la superficie como lo hacen los castores. Transportaba ramitas y dejaba una estela en “V” en el remanso. Al descubrirme se sumergió con un rápido golpe de riñón.

Hembra de martín pescador

El viento era muy suave y me permitía escuchar muchos de los sonidos que se producían a mí alrededor.
Pero algo se estaba acercando desde lejos lanzando un reclamo corto, penetrante y pausado, que aumentaba por momentos. Una pequeña ave, brillante, de azul turquesa, pasó ante mí a gran velocidad, como una flecha, en un vuelo rectilíneo, para perderse río arriba, como si hubiera sido un sueño.
Era la primera vez que veía al natural esa auténtica joya. No me fue difícil reconocerla en la guía de aves, a pesar de la brevedad de mi visión. Pocas especies en la fauna europea disponen de esta particular librea. Se trataba del Martín pescador.
Completamente quieto, tenía la esperanza de volverlo a avistar, ahora muy atento para apreciar algo más en esa fugaz visión.


Pero algunos minutos después y sin emitir ningún sonido, llegaba hacia mí, con un vuelo rasante sobre el agua. De golpe, como si hubiera encontrado un obstáculo, se elevó un par de metros, casi verticalmente y se quedó cerniéndose como un colibrí, apuntando con el pico hacia el agua.

Solo estuvo un par de segundos y como una saeta cayo sobre el agua, desapareció un brevísimo instante y acto seguido, salió con algo brillante en el pico.

Ahora, algo más pesadamente, se posó sobre una rama seca y comenzó a dar golpes a su presa sobre ella. Se trataba de una madrilla. Con un rápido movimiento volteó su presa en el aire y lo instaló en su pico con la cabeza hacia delante.

Solo estuvo en esta posición unos pocos segundos y luego voló río a bajo, lanzando su clásico reclamo y desapareció.
Tardé algunos minutos en recuperarme de aquella visión; de mi suerte al poder ver en directo ésa joya de la naturaleza: el Martín pescador.




Fotografías del autor.

Manolo Ambou Terrádez

TRIOPS CANCRIFORMIS







UN “BICHICO” DE LAS ALCUBLAS


Desde muy pequeño he sentido admiración por esa serie de especies de nuestro planeta que mostraban semejanza con algunos de aquellos seres enormes o terribles del Jurásico, ya desaparecidos: el elefante por su tamaño; el cocodrilo por su aspecto y fiereza; y el rinoceronte, especialmente el indio, con esa gruesa piel arrugada que le da un aspecto de auténtica coraza, similar a aquellos grandes herbívoros.




Para mí, era la única ventana que me mostraba esa época, dominada por espectaculares seres.  Pero el cine, desde sus primeros balbuceos, intentó mostrarnos algunos de aquellos terribles seres.  Sus técnica fue tan básica que mas bien nos daba risa. Solo lo consiguieron con la apareció de la tecnología digital,  que apoyada por los actuales conocimientos, han conseguido resultados extraordinariamente sorprendentes, muy reales, inaugurado con esa película sorprendente de  Spieberg “Parque Jurásico”; desde  ese momento si que impresionan.

Pero estos seres, que realmente no son tan antiguos, se quedan “en pañales”  por su edad, al compararlos con uno de los animales que hace poco pude observar en Alcublas, vivito y coleando. ¡Quien lo podía pensar!




El Triops cancriformis es un crustáceo branquiópodo perteneciente al orden de los nostráceos, que dejó de evolucionar desde el Triásico, hace 220 millones de años; ¡que se dice pronto!
Este “bichico”, ha encontrado su estado perfecto para el lugar donde reside y por ello , desde entonces, no ha necesitado sufrir variaciones en ningún momento para seguir en esa loca carrera de la perpetuación de la especie, en la que todos los seres de nuestro Planeta participamos; la razón básica de la vida. Muchos seres no se adaptaron correctamente, o quizá, no lo consiguieron a tiempo, y desaparecieron.

Como dijo Charles Darwin: Las especies evolucionan adaptándose al medio que cambia lentamente (De su revolucionaria publicación “ Origen de las Especies”)
Este primitivo espécimen retiene unas características que no ha necesitado modificar para su supervivencia, siendo hoy día similar a los fósiles de sus parientes encontrados en el Triásico.

Forma parte de ese pequeño grupo de plantas y animales “primitivos”: como el árbol del Ginkgo, Alguna especie de tiburón, La Zarigüeyas, o el Nautilus; un pariente de ese fósil tan común en la Serranía, el Amonites. Todos estas especies se encuentran fielmente representadas, sin cambio alguno, en fósiles que nos garantizan su longeva presencia.

Esto nos puede sugerir una pregunta muy interesante, que bien merecería una contestación por algún biólogo interesado e informado.
   ¿Es más perfecto el “avanzado”, que ha evolucionado enormemente desde sus orígenes?
    O…  ¿Acaso lo es más el “primitivo”, que no ha requerido ninguna evolución, por ahora, para conseguir perpetuar su especie hasta nuestros días?

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   Fijémonos en lo interesante de este animalito que vive en algunas charcas de lluvia.
   Este Crustáceo, tiene una vida muy corta, de un máximo de 90 días. En ese tiempo, devora todo lo que se le pone por delante más pequeño que el: materia orgánica, pequeños invertebrados y si se le pone a tiro algún renacuajo que otro.
   En esos días, consigue alcanzar los 10 cm de largo y pone gran número de huevos, que quedan enterrados en el fondo de la charca donde habita.
   Llega la sequía; desaparece el agua; se forma barro y más tarde se convierte en tierra por la erosión; hielos del invierno; y de esta forma un año, dos, tres…….diez; vuelven las lluvias; se llena la charca; llega las altas temperaturas y …..
   ¡Milagro! Comienzan ha eclosionar los huevos y a reproducirse nuevamente.
   Pero no queda aquí su periplo.
   ¿Cómo se expande a otras charcas? – Me preguntareis.
   Pues…. con las corrientes de agua, pero más eficazmente volando.
   Si, volando.
    Un ave que llega a la charca para beber o bañarse, se le impregnan las patas de barro que contiene alguno de esos heroicos huevecillos, y ………. surge nuevamente la vida en otro lugar de condiciones similares; el milagro de la vida.

Fotografías del autor.

Manolo Ambou Terrádez

BASTONES Y EL PIOLET EN LA MONTAÑA



  APOYOS EN MONTAÑA
  



  El uso del bastón en el monte procede, seguramente, de los más ancestrales tiempos del hombre cazador y recolector.
Posiblemente fuera su primera herramienta. Sencilla y fácil de obtener en cualquier ambiente algo forestado.
Con él excavaba para recolectar bulbos y capturar insectos, reptiles o mamíferos, en esa amplia gama de alimentos del hombre recolector. Y entre otros usos, que a poco que pensáramos podríamos adivinar, estaba uno muy importante, el de la defensa, contra las fieras e incluso entre otras especies de homínidos.

Pero pronto alguien me habrá apuntado:
- ¡Y para apoyarse¡

Claro está. Para apoyarse por terrenos escabrosos y peligrosos, para mayores con molestias achacosas o que simplemente comienzan a perder, como es natural, el sentido del equilibrio; para individuos lesionados, deformes o mujeres en avanzado estado de gestación.

Pronto nos viene a la mente la imagen del clásico peregrino cargado con su modesto, largo, curvado y contundente bordón; posiblemente a falta de otra arma más amanosa por su elevado precio.
No podemos dejar de reconocer la eficacia para defenderse de los perros, o de oportunistas asaltadores de caminos, con unas sencillas clases defensivas o agresivas de esgrima con el bordón.
Pero el cayado sigue siendo, para el pastor, una herramienta útil para capturar sus reses, por las patas o por el cuello, según la curvatura que disponga.
También el báculo, un lujoso y pesado cayado, repleto de joyas, lo utilizan aún los sumos sacerdotes de algunas religiones, en pavoneantes rituales, y que supongo, no deben ser muy imprescindibles en sus cortos paseos, por muy grandes que sean los templos.

Ha sido y sigue siendo muy tradicional en Navarra y toda la cornisa cantábrica el llevar una vara como apoyo en cuanto se sale al monte por fácil que sea el camino. Viendo la destroza que esta costumbre provoca en la masa forestal por los numerosos aficionados a la montaña que hoy día tenemos, últimamente se han visto obligados, con gran acierto, en facilitarles a los aficionados estas herramientas para que luego las devuelvan y de esta forma otros visitantes puedan usarlas nuevamente, sin necesidad de repetir la agresión a tan maravillosa vegetación.
De todas formas, esta necesidad perentoria en estas tierras, siempre me ha formulado una incógnita; cual es su imprescindible uso. Yo creo que debe ser como arma para las fieras. Si, si.
¿No se ría, que allí, por suerte, aún podemos encontrarnos con lobos y osos? No va a ser para apartar las babosas y caracoles del camino. ¿No?

Pero la imagen más clásica que incluso hoy día podemos ver del bastón, es la del uso de un personalizado bastón con empuñadura cómoda para descargar el peso en la mano, para defenderse o sencillamente como objeto decorativo, como complemento personal más o menos lujoso. También nos puede aparecer el recuerdo de aquel bastón que ocultaba en su interior un arma más contundente, la afilada hoja de un florete, o ese licor tan apreciado por su pícaro dueño.

En el campo deportivo de montaña, observaremos el equipamiento en las excelentes ilustraciones a plumilla o con antiguas fotografías, que enriquecen los viejos libros de las primeras y míticas ascensiones a los Alpes.
Estos pioneros, posaban con largos bordones que les facilitaba el paso por los abruptos glaciares y en especial para tantear la resistencia de los puentes de nieve sobre las tenebrosas grietas.
Con la experiencia se les aplicó unas eficaces herramientas en sus extremos, el regatón y el pico o gancho, que poco a poco originó el tan apreciado piolet.

Con la práctica, se fue reduciendo el tamaño, hasta que se dejó en la longitud de un clásico bastón pero con múltiples utilidades.
Hoy día, la especialización de algunos alpinistas, acróbatas de la escaladas en hielo, ha obligado a crear unos piolets muy técnicos, con puntas regulables para superar tan escalofriantes obstáculos, pero inútiles en el apoyo y equilibrado del montañero durante recorridos normales por los neveros al ser muy cortos, e incluso para asegurar con ellos en nieves poco compactas y profundas.
La comprensible inclinación a reducir el peso de nuestro bagaje, provoca una tendencia a elegir piolets más cortos. Estos, aunque más manejables y en ciertos casos también más eficaces en fuertes pendientes, dejan mucho que desear en los neveros menos empinados, pero también peligrosos. Por ello algunos montañeros, con lógica prudencia, recurren a los bastones en las pendientes más suaves pero de hecho inestables.

¡Atención! El uso correcto del piolet requiere de una imprescindible técnica y prácticas para que nos sea útil, no es solo un bastón de apoyo o decorativo, es algo más. Sin conocer su técnica nos será imposible detener una caída por un nevero.
Según mis observaciones, un gran porcentaje de montañeros equipado con piolets desconocen su uso pretendiendo improvisar.
Es imprescindible realizar unas prácticas, para que su manejo nos resulte instintivo, pues durante el rápido e inesperado momento de la caída nos será imposible pensar en su manejo (Y si no, que se lo pregunten a la Escupidera de Monte Perdido).


USO DEL PIOLET

Pero ahora hablaremos de los bastones para la nieve, el del esquiador, el bastón especializado para el apoyo.
La historia del esquí comenzó con un largo palo que lo usado como la percha de los albuferencs en la Albufera de Valencia.
Pronto comprendieron que era más sencillo y útil emplear dos y más cortos, terminados también con sendos aros que controlaban su penetración en la nieve.
El uso correcto del bastón facilita al esquiador un treinta por ciento en el esfuerzo para el giro, marcando el lugar preciso para este y creando un ritmo muy necesario en ciertos tipos de nieve.
Se producen unas evoluciones en cuanto materiales y longitudes que se adaptan a la técnica y la especialidad del tipo de esquí: los de fondo muy largos y los de esquí alpino más cortos.

En las duras expediciones a los Himalayas se equipa a los expedicionarios, principalmente a los sufridos sherpas, con estos bastones de esquí para mantener mejor el equilibrio por las enormes cargas que transportan, tanto en pendientes de tierra, roca, o nieve; resultando auténticamente útiles.

Con la evolución del alpinismo y su extraordinaria expansión, muchos deportistas optan por reducir el bagaje y realizan las mismas ascensiones históricas, incluso sin ayuda alguna hasta sus campamentos de ataque, y es cuando aparece la figura del profesional afamado y gran alpinista con sus geniales, útiles bastones plegables de apoyo.

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Después de este modesto repaso en los usos del bastón por nuestra historia, quiero centrarme en algo que últimamente estoy observando en mis andanzas por la montaña.
innumerables “montañeros” van equipados con los citados bastones plegables, imitando a estos afamados alpinistas. Parece que se han puesto de moda para gozo de las tiendas deportivas.

Pero hay algo que no comprendo; el uso que se les da por los deportistas jóvenes y completamente sanos.
Voy a poneros un ejemplo.

El ya pasado Julio del 2004 visité, con Luis, mi actual compañero de aventuras, uno de esos lugares magníficos de nuestras montañas: El Parque Nacional de Ordesa.
Habíamos subido para realizar un reportaje fotográfico y vídeo de la flora y fauna del parque y en especial la alpina estampa de Monte Perdido y su glaciar, visto desde la Cumbre del Cilindro.
Equipados con los pertrechos necesarios para cuatro días: tienda, comida, ropa, un elemental material de escala consistente en cuerda, arnés y un artilugio para descenso, crampones y piolet, rematábamos el equipo con un completo material fotográfico de varios cuerpos, flash y objetivos; cámara de vídeo con trípode y todo; en resumen, un buen mochilón, ascendimos por la empinada Senda de Cazadores. Pronto comprendimos que debíamos ser unos bichos muy raros, por que la gente, equipada con bastones, nos miraba algo extrañados.
Al principio pensamos que se asustaban de nuestra notable carga; pero en verdad casi siempre había llevado en mis incursiones por Pirineos o Alpes semejante mochila, desde los años sesenta, y a pocas personas del “gremio” jamás les llamó la atención.
Seguimos nuestro periplo por aquellos montes y no dejamos de observar numerosos caminantes que equipados con estos bastones andaban por los llanos de Cazadores y por los de Soaso apoyándose en ellos como si estuvieran lisiados. La verdad es que nos parecían muy sanos.
Aquello se repitió tanto a la subida a Goriz como cuatro días después en nuestro regreso.
Muchachos fuertes como castillos, equipados con minúsculas mochilas, se apoyaban en ellos de forma contundente, o más bien con rabia, como si odiaran la senda, agrediéndola con profundas punzadas que aseguraban la destrucción de la sumisa y empecinada hierba en sus raíces, aumentando la erosión. Parecían andar a cuatro patas; pero eso sí, con mucho ritmo.
Otros, que comenzaban a darse cuenta de la inutilidad de los bastones, con los brazos algo agotados, los llevaban de mala forma, sin saber que hacer con ellos, sin atreverse a plegarlos y sujetarlos en uno de los costados en la mochila, esperando usarlos en situaciones más acertadas. Posiblemente debían temer que su imagen del perfecto montañero de hoy día pudiera desaparecer.
Por el contrario, si que me alegré al ver a una muchacha embarazada y varias personas mayores equipados con uno o dos de estos ligeros, prácticos y cómodos bastones que aseguraban y facilitaban su progresión.




USO CORRECTO DE LOS BASTONES


Parece ignorarse, que este uso como apoyo innecesario de los bastones, disminuye el sentido del equilibrio completamente necesario para los seres bípedos y en especial aquellos que transitamos por terrenos escabrosos y no muy sólidos. Este fundamental sentido para el montañero, debe ser ejercitando constantemente para poder disponer de él en su máxima plenitud en todo momento.

La diferencia de un experto y capacitado montañero con las otras personas, poco acostumbradas a desenvolverse por terrenos escabrosos, es precisamente su agilidad para mover los pies sobre los repentinos obstáculos, y su gran sentido del equilibrio, con o sin mochila; manteniendo libres las manos para usarlas como apoyo, agarre en las trepas o equilibradores en justificados momentos.

Tampoco me vale que se usen para prevenir en un futuro desgaste de rodilla en personas completamente sanas. Para eso lo mejor es quedarse en casa.
Y lo de las posibles lesiones de columna por mala posición, se resuelve con una mochila técnica bien acoplada y la carga correctamente distribuida.

Desde mi más tierna infancia y aún hoy día, con mis bien pasados 70 años, la montaña sigue atrayéndome enormemente.
Prácticamente realizo en ella la mayoría de especialidades deportivas, de una forma modesta, sin buscar la competición, el aplauso o la medalla, y les diré que hasta la fecha no he necesitado, por suerte, el uso de los bastones nada más que para esquiar, y sigo con las manos libres para otros menesteres.

Posiblemente, más a delante, con la degradación física que conlleva la vejez y las secuelas que aparecen ahora de un viejo accidente, mi cuerpo necesite de un buen apoyo, pero nunca para seguir las modas o imitar erróneamente a los famosos: me gusta razonar.


¡Seis millones de años para conseguir ser homínidos erguidos, y de repente, por una moda, andamos a cuatro patas!

Valencia Junlio del 2008
Fotos y dibujos del autor.

Manolo Ambou Terrádez


NOTA:

Ex miembro del GRUPO NACIONAL DE ALTA MONTAÑA, mi inclinación por divulgar lo que más me ha gustado, me hizo entrar en la ESCUELA ESPAÑOLA DE ALTA MONTAÑA y lo mismo en la ESCUELA ESPAÑOLA DE ESQUÍ.

En 1980 el CLUB ESQUI VALENCIA me nombra director técnico su numerosa ESCUELA, en la que realicé mi labor durante 30 años que combino con mi gran afición como fotógrafo de naturaleza por esos montes.
Creo que se estar en la MONTAÑA; ha sido mi vida (Nací en 1945)