domingo, 18 de noviembre de 2012

LEOPARDO (Panthera pardus)



UN FANTASMA EN  
EL SERENGETI

   Uno de los lugares más deseados por el fotógrafo de naturaleza es poder deambular por e Serengeti, esa inmensa sabana que se extiende desde Kenia hasta Tanzania, donde se produce constantemente uno de los fenómenos más  impresionantes de vida en la naturaleza.
    Miles y miles de animales herbívoros, seguidos o esperados por sus depredadores,  se mueven buscando los nuevos pastos, en una migración espectacular, muy particular, en la que intervienen un buen grupo de animales excepcionales en la fauna de la Tierra.
   Hoy día, la mayoría de ellos conocidos a través de los actuales medios de comunicación, y por el trabajo  excepcional de algunas empresas que se dedican a ello.
   ¡Ah..! Pero sentir esa vida de cerca, de una forma real, dándonos el aire en nuestro rostro, percibiendo sus sonidos, su olor y padeciendo algún apuro que otro, nos hace disfrutar de una vivencia auténtica que jamás podremos olvidar.

El Serengeti, el mar de hierba en lengua masai. 
 
    He tenido la oportunidad de visitar el Serengeti un par de veces: primero por Kenia y ahora por Tanzania; completito, pero si las circunstancia me lo permiten aún pienso realizar alguna incursión más en busca de algún mítico animal que  no me ha dado la oportunidad de inmortalizarlo a placer con mi equipo fotográfico.
    En mi primer viaje, uno de ellos fue el leopardo, ese auténtico fantasma, muy escaso, con costumbres solitarias, que la mayoría de las veces nos puede pasar desapercibido, por su mimetismo, o por situarse a buen recaudo, entre la fronda de una acacia, o tras la vegetación y a la sombra de algún roquedo. Lo encontré sobre las rocas del lago Nakuru, pero solo lo pude disfrutar unos segundos, lloviendo y a mucha distancia; infotografiable.
   Pero esta vez, en el Serengeti Tanzano, la suerte y nuestra paciencia nos favoreció.
    Salimos de nuestra acampada muy temprano, son intención de aprovechar esas primeras horas del día, cuando la vida fluye más en la naturaleza.
   Nuestro guía Samy, un excelente nativo tanzano vecino de Aruhsa, gran conocedor del Serengeti, nos llevaba con su durísimo todo terreno, por aquellas tortuosas pistas de tierra, que atraviesan en varios sentidos la sabana.
   Nuestro objetivo era localizar al leopardo, tarea muy complicada.
   Por nuestra ruta fueron apareciendo diversos animales que no despreciamos, pero Samy siguió rumbo a un punto donde en alguna otra ocasión había tenido la suerte de localizar a tan deseado felino.



   Eran una serie de roquedos graníticos (kojpes), que sobresalían en la sabana como jorobas en la espalda del camello.
   Dimos vueltas y vueltas, despacio, atentos al menor movimiento o color anormal en la realidad del paisaje.
    Los prismáticos de nuestro guía, nuestra atenta mirada, nuestros teleobjetivos escudriñaban palmo a palmo todos los recovecos donde pensábamos  que se pudiera ocultar el soñado depredador de la espesura, de la noche.
   Al fin, en la umbría de uno de los roquedos y milagrosamente, conseguimos descubrir algo que no encajaba con el color de la roca, en el interior de aquella grieta.
   Nos encontrábamos a unos cien metros, y naturalmente no podíamos aproximarnos más, debido a las estricta normativa del parque, al imposibilitarnos salir de la pista.
   Encaro nuestro teleobjetivo de quinientos milímetros mas un duplicador al punto que nos indicaba nuestro guía, y entonces, y con un buen esfuerzo visual podemos confirmarle a Samy su sospecha, por que solo era eso, una supuesta sospecha.


Tras una enredadera apreciamos las típicas manchas.

   En la base de una grieta, y tras unas enredaderas, apreciamos las típicas manchas amarillas y negras del fantasma.
   Nos lo confirmaba su movimiento, pues jadeaba y poco después el de la cola; estaba allí era él, nuestro sueño.

Detalle 

   Ahora parecía que se lamía y en sus movimientos pudimos apreciar su cabeza, pero no paraba en su aseo y así pasaron muchos minutos, lo cual me extrañaba.
   De pronto, una pequeña cabeza hace su aparición sobre el escaso cuerpo que divisábamos del felino. Era una cría. Por eso lamía tanto.
   Un regocijo con reprimidas exclamaciones corrió por nuestro vehículo.
   ¡Ahora me ha parecido ver otra! Exclamó Luis.
   Samy, con sus prismáticos y yo mismo pudimos confirmarlo, no al cien por cien, pero sí, parecía que eran dos crías.



   Algunos coches se acercaron al lugar, pero como no había ninguna actividad, cansados de esperar, se fueron por otras rutas en la sabana.
   Pero dos horas después, premiando nuestra paciencia, con un salto, apareció el leopardo trepando por la roca.
   Las cámaras echaban humo, siguiendo el recorrido de la fiera.
   ¡Lleva una cría en la boca! No se quien de nosotros  exclamó.

  
   Y las cámaras siguieron los movimientos del felino que ascendía por los peñascos hasta desaparecer.
   -- Atentos, por que si tiene dos crías ahora regresará a por la segunda – Dijo Samy.
   Efectivamente. Diez minutos después retornaba al escondite y sacaba en su boca, del cuello a la segunda cría que no paraba de maullar.
   Pero esta vez tomo otra ruta por las rocas, y pudimos apreciar que entraba en una grieta más angosta y aérea, ningún león o hiena podrían llegar hasta allí.
   Necesitaba dejar las cachorros a buen recaudo, en ese escondite inaccesible, para poderse marcha tranquila a su imprescindible cacería, que la nutriera lo suficiente para amamantar a sus preciadas crías.
  Pasaron muchos más minutos, y comprendiendo que su expedición de caza se realizaría en otras horas de menos luz, y habiendo obtenido unas aceptable fotos de nuestro principal objetivo, regresamos al campamento para desayunar.
   El día transcurrió con otras incursiones por el parque, encontrando: leones, hienas, elefante, jirafas, ñus, cebras, facóqueros …….. y un buen muestrario de aves fueron engrosando nuestro catálogo de fotografías de esta singular África salvaje.


UNA ANÉCDOTA EN EL SERENGUETI
   
     Y llegó la noche.
   Pronto escuchamos las características “risitas” de las hienas. Estaban cerca.
   El “””Camping””” , sin valla alguna, con los servicios mínimos, separados para ambos sexos, dispone de un lavabo, ducha y letrinas, necesarios para nuestro aseo, evitando la contaminación del parque.
   Esa jornada, el camping, solo acogía a media docena de tiendas. Está tranquilo, solitario.
   Una serie de carteles indican que no nos alejemos de nuestra reducida área.
   Tanto el comedor como la cocina, están protegidas con un ligero enrejado, para evitar que se introdujeran algunos descarados animales en aquellos recintos abiertos, solo lo pueden hacer algunos pájaros de pequeño tamaño.



   Los aseos, se encuentran a unos cien metros, alejados del área principal del camping. Parecía peligroso llegar hasta ellos de noche.
  Debíamos barrer con el haz de luz de la linterna nuestro alrededor, asegurándonos de no descubrir esos temidos dos puntos brillantes en la oscuridad. Mejor ir acompañado y voceando.
    Nuestro cocinero, nos ha preparado una cena básica, pero esmerada, que nos recupera del ajetreado día de safari, dando tumbos en el vehículo.
   Cansados, nos acostamos pronto.
   Eran las tres y cuarto de la madrugada, cuando me despierto por el fresquito que llegaba al interior de la tienda.
   Curioso, enciendo mi reloj para ver la hora y al intentar alcanzar algo de abrigo para ponérmelo sobre mi saco, escucho un suave rugido en la misma puerta.
   Me quedo inmóvil, sin respirar, ni siquiera pestañeo.
   ¿Como puedo avisar a mi compañero?
   Inmóvil en mi litera, esperé unos minutos. No pasa nada más.
   Cojo la linterna y a través de mi mosquitera, dirijo un haz de luz entubándola con la mano hacia la cara de Luis. Pero está completamente dormido, con tapones puestos en los oídos y boca a bajo.
   ¡Caray!
   Por más que insisto con las intermitencias de luz en su mejilla, no consigo despertarlo.
   No quiero hablar, pues desconozco las consecuencias que pueda tener con ello. Mejor continuar callado.
   Mis sentidos, tratan de descubrir alguna otra anomalía.
   Pienso que no es normal que una de esas fieras pueda realizar una incursión en nuestra tienda iglú. Pero solo es una suposición.       
   Tampoco lo tengo claro, ya que no dispongo de información ni suficiente experiencia sobre ello en este continente.
   Pasó algunos minutos atento a todo, cuando escucho quebrarse una rama del árbol que tenemos ante la puerta, seguido del discreto ruido de su masticación.
   No tardó en escuchar lo mismo nuevamente. Es evidente que tenemos   algún elefante ante la tienda. Ahora temo que se acerque más.
   Un resoplido en la misma puerta me lo confirma, pues había dejado una botella de zumo vacía, por si mi vejiga no soportara vaciarse antes de la diana y al proboscidio no le iban a pasar desapercibidos los restos azucarados a su excelente pituitaria.
   ¡Cualquiera se atreve, a esas horas, alejarse hasta el servicio!
   Curiosamente no ha llegado a tropezar con ningún tirante de la tienda.
   Sigo pensando como avisar a mi compañero, pero temo, que si hago ruido, se pueda asustar o ponerse nervioso el elefante, con el peligro de atropellar alguna tienda próxima.
   Un fuerte ruido ahora me insinúa que han derribado una acacia a pocos metros.
   El estruendo ahora despierta a Luis. Lo iluminó nuevamente, y espero que se quite los tapones de los oídos, para decirle bajito y medio en broma.
   ¡Estamos rodeados!
  Luis comprende lo que está ocurriendo y los dos, ahora incorporados, en silencio, esperamos acontecimientos.
   Parece que se han alejado y ahora me atrevo a contarle lo del rugido del felino.
  Nos dormimos nuevamente, y al levantarnos, durante el desayuno, los guías confirman el paso del leopardo por el campamento. Y al dar una vuelta cerca de nuestra tienda, encontramos los enormes y aún humeantes excrementos de los elefantes y la tumbada acacia, semi comida, asegurando con ello nuestro supuesto.
   ¡Interesante nochecita!

Fotografías de Luis Santamaría y del autor.

(Un saludo tanzaniero)

Manolo Ambou Terradez





5 comentarios:

  1. Que buen relato Manolo. Que vivencia inolvidable y que bien relatada. Puedo sentir que estoy allí contigo.
    Preciosas fotos.
    Saludos.

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  2. me encantan las fotografias...estoy deseando ver el reportaje con toda la calidad (se ven un poco pequeñas).
    en tu anecdota, sentia que estaba alli...como otras veces...
    salu2

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    1. Ya sabes: no puedo darles más calidad, pues me las roban y me ha costado mucho conseguirlas.
      Lo siento.

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  3. Hola Manolo, menuda aventura la que habeis podido vivir, por una parte en la tienda y por otra la del leopardo.
    Con esto, se hace realidad lo de estar en el lugar justo en el momento adecuado.
    Muy buena la del leopardo con la cria.
    Un saludo.
    Sento

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  4. Buenas experiencias las que has tenido, sigue adelante.

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