jueves, 23 de mayo de 2019

ACANTILADOS DE SALTEE (EN LOS)

AVES LIGADAS AL MAR

 Hace muchos años tuve la oportunidad de navegar junto a "La Islas de los Pájaros" en Lofoten Vescerale (Noruega), donde se acumulaban miles de aves de diferentes especies. Nunca habíamos presenciado tanta reunión de aves en las rocas.

Anidaban en aquel lugar, a salvo de la mayoría de depredadores, pero sacar fotos desde lejos y en movimiento no fue muy fructífero, así que soñé con situarme algún día dentro de aquella enorme algarabía, con mi cámara fotográfica. 

El ave marina con la que soñaba, desde aquella incursión noruega, fue el Frailecillo, un pequeño pájaro con un coloreado pico, aspecto rechoncho y de aleteo muy rápido, que anida dentro de orificios excavados en la tierra, bajo la hierba, en el borde superior de los acantilados.
Averigüé dónde se podrían observar con mayor facilidad y opté por un lugar relativamente próximo a mi país.
Se trataba de la Isla Grande de Saltee, situada al sur de Irlanda.


Un grupo de amigos, fotógrafos todos, miembros de Naturhide, habíamos pensado en la misma incursión, así que "pensat y fet" (pensado y hecho), como decimos los valencianos.

Reservamos cinco vuelos a Dublin para un viernes; un vehículo con cierta capacidad para el equipaje  de todos; una casa para alojarnos, otro vuelo para regresar el domingo; una barca para que nos llevara hasta la isla y mucha suerte con el tiempo en ese corto fin de semana.


Sospechábamos que no era el momento álgido para los frailecillos, pues estaban comenzando a llegar a los lugares acostumbrados para su nidificación. Pero seguro que los veríamos. Yo con uno me conformaba. Siempre había soñado con tenerlos ante mí, pero habían muchas más especies. 




Jorge Ribera y el autor por los hermosos prados de la isla.

Ya caminando por aquellos floridos prados, encontramos algunas parejas de Ostreros que protestaban por nuestra presencia al recorrer la senda. Me recordaban a los reproches que realizan la cigüeñuelas en otras tierras.

Un precioso ostrero nos sobrevuela.





Al asomarnos al mar desde los acantilados, lo primero que vimos fueron unas colonias muy numerosas de Alcatraces, que no paraban de entrar y salir con majestuosos planeos e ininterrumpido escándalo.


Pronto comenzamos a localizar enormes reuniones de aves.






Expresan su cariño con una esgrima con sus afilados picos.






















Sin reparo alguno nos dejaron acercarnos a las colonias, que ignorándonos, proseguían con sus labores de mantener la posesión de sus nidos; la aportación de materiales para hacerlos más confortables y algunos, seguir con una adelantada incubación.

Con sus 180 cm de envergadura este Alcatraz aporta materiales al nido.
En las grandes colonias de los alcatraces comienza la incubación.

Otra especie, de pico agudo, muy interesante eran los Araos comunes, que como la mayoría de estas aves anidan colgados en las paredes sobre el mar o reunidos en aisladas rocas junto al agua. 

Grupo de Araos.

Pero con ellos y entremezclados también encontramos las Alcas, algo más pequeñas, de pico robusto, y con esa silueta que siempre me han recordado a los pingüinos,  que se distribuyen casi exclusivamente en el hemisferio sur. 



Pareja de Alcas

Todas las oquedades y repisas de los acantilados se encontraban ocupadas por alguna tipo de ave, que protestaba o peleaba con los suyos y con los de otra especie, por la posesión de su estimado sitio, su valioso espacio.






Pero yo había venido hasta estas tierras, sobre estos acantilado de las aguas del Canal de San Jorge, para encontrarme de cerca con un ave de coloreado pico con aspecto de arlequín; el precioso frailecillo.

Mi soñado Frailecillo rodeado de armeria marítima.




En ciertos rincones se mezclaban nidos de: Alcas, Araos, Frailecillos, Gaviotas tridáctila e incluso, menos abundantes, algunos nidos de Fulmares y Cormoranes moñudos, con singular bullicio y cópulas.






Gaviota tridáctila
Fulmares anidados.

Menos abundantes, los cormoranes moñudos de ojos de esmeralda, protegían a sus polluelos con fuerte agresividad. Se caracterizan del cormorán grande por su moño respingón.


Cormorán moñudo incubando.


Cormoranes grandes se solean sobre las rocas blaqueadas por los excrementos de las aves.

Mientras fotografiábamos los nidos colgados en el acantilado, por algunas repisas cubiertas de césped y flores, una Bisbita capturaba insectos y larvas para sus pollos. No pudimos despreciarla y nuestras cámaras aprovecharon la ocasión.


Una Bisbita con insectos y gusanos para sus pollos.

Junto a las sendas de los prados, presumiendo de su gran tamaño y agresividad anidaba el Gavión, y más próximos al precipicio la Gaviota argéntea, que valiente también puede agredirte con sus picados y lanzamiento de excrementos, sin reparo alguno.


El Gavión es la gaviota más grande que puebla la isla con sus 170 cm de envergadura.

La Gaviota argéntea con su pico amarillo y sus patas rosadas

Bajo, en el agua, flotaban grupos de estas especies, junto con alguna que otra foca que, muy precavidas, solo sacaban tímidamente la cabeza del agua.


Tímidas, las focas nos miraban de lejos.

Numerosos fotógrafos y ornitólogos de todas las edades y países, en silencio, sin vocear, respetuosos, apostados en los bordes de los acantilados, tumbados, sentados en los prados, sobre la florida hierba, disfrutaban como nosotros de aquel espectáculo tan singular, en un día soleado, que increíblemente nos acompañó toda la jornada. 


Los cinco compañeros en plena acción. De derecha a izquierda:
Eduardo Peña, Jorge Ribera, Salvador García, Pedro Corrales y el autor, Todos miembros de Naturhide.


¡Hemos triunfado!

A la caída de la tarde, la neumática nos esperaba, para trasladarnos a la barca que nos devolvería al puerto de Kilmore Quay.



Casa típica de Kilmore Quay con su tejado de carrizo.

Con una confortable cena típica del lugar y un entusiasmado brindis con su estupenda cerveza, celebramos nuestra suerte, y así dimos fin a una fructífera jornada fotográfica que nunca olvidaríamos.




Fofografías de Pedro Corrales, Jorge Ribera y el autor.

Manolo Ambou Terrádez




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