jueves, 9 de mayo de 2019

LA SABANA UN PARAISO PELIGROSO


ALGUNA ANÉCDOTA DE LOS SAFARIS

Indudablemente, recorrer estas tierras repletas de vida es del todo emocionante y muy enriquecedor. La abundantísima diversidad que contiene siempre nos sorprende con especies nuevas para nosotros, que posiblemente nunca hemos podido ver en los documentales.

Pero esta vez quería comentaros que estos parques de apariencia bucólica requieren de una atención especial para contemplarlos, para recorrerlos.

Los parques tienen un reglamento que obliga a los guías cumplirlo al pié de la letra, para evitar molestias a la fauna y ataques de ciertos animales peligrosos que pueden terminar en grabes consecuencias.

El visitante occidental, el que viene de turista, no termina de comprender que estas tierras no se pueden recorrer como lo haríamos en cualquiera de nuestros países que tanto conocemos, y aun que menos, también pueden darse situaciones embarazosas con algunos animales  salvajes.


Durante mi primera visita a Kenia en 1986, cuando de madrugada nos encontrábamos recorriendo el parque de Masaí Mara, nuestro conductor y guía localizó un par de leonas que terminaban de dar caza a un ñu. Poco a poco nos acercamos con el vehículo a solo quince metros sin advertir molestia alguna de los poderosos carnívoros.



En silencio y sin movernos bruscamente, asomados con nuestras cámaras y prismáticos por el techo abierto de nuestro todo terreno, observábamos un par de fieras, que se enfadaban con espeluznantes rugidos, mientras comían.
El silencio nuestro era tal, que apreciábamos el crujir de la carne en las mandíbulas del depredador.



Las dos leonas se turnaban en el festín y así pasaron cerca de treinta minutos, cuando al dirigir mi modesto teleobjetivo a unos matorrales cercanos, descubrí que no estaban solas las dos leonas.
 Dos ojos aparecieron en el visor de mi cámara que me miraban atentamente sin parpadear, el resto del animal quedaba difuminado en la hierba seca de su mismo color, sin dejarme apreciar su silueta.

Seguí barriendo aquellos matorrales y descubrí cinco animales mas, toda una familia de poderosos depredadores.
Aplastados, inmóviles en la hierva, no perdían detalle de nuestra presencia. Tan emboscados estaban que el propio guía tampoco había descubierto aun su presencia. 

Era un ejemplo clarísimo del peligro, y la estricta prohibición en las normas del parque, de bajarse del vehículo sin el consentimiento claro del profesional responsable de la visita, el guía.

Por ello, cuando salgamos de nuestro alojamiento, es preciso hacerlo con todas nuestras necesidades bien hechas.
De lo contrario, las urgencias comprometen al guía para encontrar un lugar seguro, que no siempre lo es.

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Esta vez en Tanzania, en pleno Serengueti, cuando circulábamos por un camino forestal de regreso a nuestro campamento, quedamos parados en silencio, con el motor apagado, al encontrarnos con  una enorme manada de elefantes, que sin inmutarse, cruzaban la pista, desfilando ante nosotros, a su paso, tranquilamente, como si no existiéramos.



Algunos retrasados seguían cogiendo manojos de hierva, que envolviéndolas con la trompa las arrancaban para golpearlas luego con una pata delantera, desprendiéndoles así de la tierra, pues les desgastaría los molares.


Una  pareja de jóvenes machos se entrenaban con peleas ficticias para su no lejana madurez y celo.
Cuando la gran parte de la manada se encontraba a nuestra diestra sumergidos en un bosque de acacias, una hembra retrasada terminaba de cruzar la pista, cuando bruscamente se detuvo  para encararse a nosotros. Desplegadas sus grandes orejas y sin parar de gruñir, se lanzó contra el vehículo con mucha decisión, muy enfadada. En pocos segundos nos alcanzó, a cuarenta kilómetros por hora, desde el primer paso, claro.
Tras detenerse en seco a escasos centímetros del parachoques, lanzó un enorme resoplido y se quedo junto a nosotros sin dejarnos de mirar, con ligeros movimientos pendulantes de la cabeza y trompa. Debió pensar que ya nos había asustado lo suficiente, y así fue.



Luis y yo habíamos asumido el ataque, y aun que nuestros índices seguían disparando las cámaras instintivamente, pensamos que era inminente el momento que saldríamos todos volando por los aires.
Poco a poco fuimos recuperado las pulsaciones, y después,  ahora más tranquilos, Luis y yo le preguntamos al Samy, nuestro conductor y guía.



-- ¿Samy: porque no hemos hecho marcha atras?-- Le preguntamos confusos por su pasividad ante aquella enorme masa que se nos echaba encima.
-- Porque no pasaba nada, solo venía de farol. -- Contestó completamente tranquilo, ante nuestra evidente extrañeza.
-- ¿Como de farol? -- Le preguntamos aún acongojados ante nuestra ignorancia.
-- Cuando atacan con la trompa desplegada no hay peligro, otra cosa es que la lleve enrollada, entonces el ataque es de verdad. -- Explicó nuestro experto guía, que terminaba de realizar el censo de todos los elefantes de Tanzania.
Y para arreglarlo nos contó que el año pasado sí que hubo un ataque real donde murieron dos turistas alemanes.
Luis y yo nos quedamos en silencio, asumiendo nuestro susto, hasta que llegamos al campamento, pensativos y aun emocionados.


Fotografías: Luis Santamaría Malde y Manolo Ambou Terrádez

Manolo Ambou Terrádez



3 comentarios:

  1. Manolo Un abrazo eres un crack como siempre.

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  2. Ataque con trompa desplegada, susto. Ataque con trompa enrollada, mucho, mucho, mucho mas susto.
    Menos mal que sois unos valientes y no dejasteis de fotografiar.

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