jueves, 8 de octubre de 2020

INICIOS DE ESPELEOLOGÍA EN PEDRALBA


ENTUSIASMO SERRANO 


En 1969, siendo aún muy joven, me instalé en Pedralba, población de la Serranía valenciana. Mi intención era montar un negocio, al margen de mi profesión. Buscaba una actividad que se desarrollara en contacto con la naturaleza y el medio ambiente. 


No pasó mucho tiempo, cuando algunos pedralbinos, enterados de mis actividades espeleológicas se pusieron en contacto conmigo. Querían explorar todas las cavidades de la comarca, cosa que requería de unos conocimientos previos que desconocían. Pero estaban  inquietos, ávidos de nuevas actividades e interesados por la cultura espeleológica. 


Los responsables de la iniciativa fueron: José, el Calero, Pepe, el Muedra y Miguel, el Alegre. Posteriormente, se formó un grupo de participantes donde ni el género ni la edad eran obstáculo, algo insólito en aquellos tiempos.




La sima del Diablo era la cavidad que, de momento, más prometía. Esta diaclasa, es una grieta de aspecto tenebroso que se abre en la falda de la Serretilla y penetra en las entrañas de la tierra con una rampa de gran inclinación y correspondiente caída vertical. Hasta la fecha, todo aquel que se había asomado, retrocedía.

Pronto organicé un sencillo cursillo de manejo de cuerdas y escalerillas (electrones). Equipados con linternas, cascos y carbureros, comenzamos nuestra aventura. 


La primera incursión la realizamos un pequeño grupo de entregados espeleólogos. El desconocimiento de lo que nos pudiéramos encontrar en las entrañas de aquella montaña les atrajo poderosamente y no dudaron en seguirme. Me gustaba y a la vez me asombraba que mis nuevos compañeros tuvieran tanto interés por esta afición tan inusual. En aquella época y en nuestro país, la espeleología, una actividad deportiva y científica a la vez, era muy minoritaria.



Puse toda mi experiencia en guiar al equipo de entusiastas en el descenso y superación de los obstáculos que aparecerían en el desconocido recorrido. Era responsabilidad mía, atender y resolver los peligros que podían amenazarnos en cualquier momento ante cualquier descuido. 



Durante varias horas y mucha emoción escudriñamos grietas y agujeros que nos pudieran conducir a una prolongación de la cavidad, esa grande y hermosísima sala con la que sueña todo espeleólogo. La geología de aquella montaña no vaticinaba este tipo de cavidad, pero soñar es gratis y nunca hay que perder la esperanza. 


Me encantaba contemplar la expresión de sorpresa y admiración de mis compañeros. Escuchaban atentamente mis explicaciones respecto a cómo se originaban aquellas formaciones de carbonato cálcico que decoraban la cueva: órganos, cortinas, coladas, formaciones floreadas, etc.



Nunca se me olvidará el comentario que hizo uno de ellos al mostrarle una estalagmita excéntrica, la cual comparó, entusiásticamente, a un rabico de puerco. Por decisión unánime, así quedó bautizada aquella extraña y valiosa formación, que dirigía su crecimiento en sentido helicoidal, como si fuera un muelle, desafiando así la ley de la gravedad. 



Otra formación extraordinaria que encontramos fue la que se alzaba con inmaculada blancura sobre una redondeada y rojiza colada, produciendo un enorme contraste. Se trataba de una pequeña estalagmita mallorquina (en las grutas de Mallorca, son abundantes) que no se parecía en nada a cuantas habíamos visto. En esta ocasión, mis compañeros le dieron el nombre de
La Doncellica.


La Doncellica


Poco a poco, seguimos recorriendo grietas y angostas gateras, con la esperanza de alcanzar hermosas salas de paredes decoradas con cortinas pétreas, colgantes estalactitas y opuestas estalagmitas y formaciones floreadas que imitaban al coral o redondeadas coladas que cubrían algunas pendientes.


La cavidad no resultó muy grande, creo recordar que hicimos un descenso de unos setenta metros y un recorrido de aproximadamente, doscientos metros, pero, mis compañeros salieron tan entusiasmados, que me propusieron realizar una charla con proyección de diapositivas incluida, para los vecinos de Pedralba. Y así fue.



En la plaza del pueblo presentamos nuestro descubrimiento. Colgaron una sábana en el balcón del Ayuntamiento y con un proyector y un micro, me invitaron a mostrar y relatar la actividad. 

La plaza se llenó de curiosos: unos llegaron con sus correspondientes sillas, otros las sacaron de los mismos bares y, pronto, el espacio quedó completamente ocupado. Los asistentes (gran parte de la población) escucharon encantados el relato de nuestra aventura espeleológica en la profundidad de la sima del Diablo. Y, menos mal que el acto se llevo a cabo; unos años más tarde  apareció un grupo de muchachos de la capital, miembros de la Organización Juvenil Española, 1960 (OJE) e inocentemente, se les acompañó a la sima, conocida sólo por los habitantes del pueblo y a partir de su visita, desapareció la tan estimada formación geológica. Un auténtico espeleólogo no realiza semejante acto vandálico. 



Sigamos.

La repercusión del aquel acto fue tal, que el número de miembros del grupo de espeleología aumentó enormemente. Todo el mundo quería participar. Nuevamente, realizamos prácticas de escalerilla, nudos y manejo de cuerdas. Nos volvimos a equipar con los correspondientes cascos e iluminación y salimos todos juntos.


Gracias a la localización de diversas cavidades, que hasta la fecha no habían sido exploradas, descubrimos restos arqueológicos, contabilicé miembros y colonias de murciélagos y capturamos insectos trogloditas, que por aquel entonces empezaban a ser objeto de estudio.  

En definitiva, la respuesta tan entusiástica de pedralbinos y pedralbinas por este deporte-ciencia que es la espeleología, me admiró profundamente.








La Pedralba de finales de los 60, era una pequeña población singular, polémica en sus aficiones musicales, políticas… pero, sus habitantes tenían curiosidad por cualquier actividad nueva que los sacara de lo de siempre, por cualquier experiencia que los enriqueciera. Era una colectividad de espíritu abierto, motivada por aprender, por informarse,  por la cultura…

Era una población ejemplar.


¡Felicidades pedralbinas y pedralbinos de antaño!


Fofografías del autor.


Manolo Ambou Terrádez 

(Conocido entonces como Manolo el de las cuevas)


4 comentarios:

  1. Que experiencia más valiosa! Cuanto a las imágenes: teniendo en cuenta la destrucción que sufrió la sima, aun nos emocionan más.
    Un relato muy gratificante. Magnífico.

    ResponderEliminar
  2. Bello relato y emocionantes fotografías

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué tiempos! Un artículo muy entrañable, y bonito.

    ResponderEliminar