lunes, 8 de noviembre de 2021

VOLCÁN CUMBRE VIEJA



UN VOLCÁN A MANO


A lo largo de mi existencia, he tenido el privilegio de presenciar algunos de los fenómenos naturales más grandiosos de la Tierra, los cuales han justificado, en parte, el porqué de mi vida. Siempre, ya desde muy pequeño, había soñado con ser testigo directo de estos acontecimientos extraordinarios que singularizan enormemente al ser humano. Esta apetencia ha modelado mi vida. Los grandes espectáculos que nos ofrece el Planeta Azul, nos confunden, nos dejan anonadados y, en ocasiones aterrados, por su grandiosidad, esplendor y belleza.


La propia Vida, la lucha y los logros de la flora y la fauna para adaptarse a la evolución constante me han generado, en más de una ocasión, perplejidad: árboles que tienen una vida social muy activa y un lenguaje propio  para comunicarse entre sí, plantas que crean trampas perfectas para alimentarse o que producen fungicidas para no ser devoradas por hongos; animales de todo tipo de especies que, para defenderse o para alimentarse, consiguen unos camuflajes extraordinarios, a veces insospechados, etc.



O esos escenarios geográficos grandiosos: esbeltas montañas como los hermosos y cercanos Alpes, la inmensidad del Nanga Parbat o del Maseherbum en la cordillera del Karakorum, sobrevolar los Himalayas o la cordillera de los Andes, enfrentarse a las torres del Paine en la Patagonia, o las tan nombradas Rocosas, los fiordos de Chile en la Tierra del Fuego y sus glaciares patagónicos;  los enormes bosques de Canadá o de Siberia con su lago Baikal, el más profundo del mundo, o  las aterrantes selvas de la Amazonía, desiertos inacabables como el de Takla Makan, el de Gobi o el del mismo Sahara.

También los extraordinarios logros arquitectónicos del hombre en su empeño por sobrevivir, por defenderse o por no ser olvidado: las pirámides de Egipto, el Taj Majal, Petra, la monumental y serpenteante Gran Muralla China y la inmensa canalización de agua en el desierto los Kārēz, la escondida ciudad de Machu Picchu, etc.

O esas obras de arte magníficas que individuos excepcionales han sabido crear: desde las pinturas de Altamira a los frescos de Miguel Ángel Buonarotti.


Expectro de Broken en la cumbre del Veleta.


Igualmente, también hay tremendas actuaciones naturales que ocasionalmente nos estremecen por su belleza, o incluso nos aterran por su dureza: la descarga eléctrica de un rayo cercano, contemplar la propia silueta en el Espectro de Brocken, admirar la evolución y el baile de las coloreadas y misteriosas auroras boreales, la explosión de un volcán... 


El monte Rainier de 4400 m es uno de los volcanes más peligrosos del mundo.


Hablemos de montañas volcánicas. Desde que contemplé el Kilimanjaro África, el Vesubio junto a Nápoles, el Etna en Sicilia, el Monte Rainier y el Santa Helena, en la cordillera de Las Cascadas (Estados Unidos continentales), o todo ese rosario que aparecen en la cordillera de los Andes, sabía que me faltaba ese poderosísimo espectáculo que ofrecen cuando están activos.


El volcán Etna de 3357 m  en Sicilia es el más activo de la placa Euroasiática.


Llevaba muchos años esperando que los vulcanólogos de Sicilia me avisaran de la actividad del Etna, que únicamente había contemplado humeante, para viajar raudo hasta la isla y poder fotografiarlo en erupción. Seguramente debieron perder mis datos y nunca me avisaron.



Pero de repente, en las Islas Canarias (España), los vulcanólogos de La Palma, anunciaron un potente monstruo vomitando cenizas, gases y lava. Así que ahora lo tenía en casa, en mi propio país. Simultáneamente a su recorrido, pendiente abajo, hacia el mar, se había iniciado la destrucción
implacable de todo lo que no fuera capaz de apartarse. 




El día 19 de octubre del 2021, sin pérdida de tiempo, convoyé a dos amigos: Luis Santamaría, mi eterno compañero de aventuras, y Emilio Pérez, fotógrafo compañero de Naturhide, una agrupación fotográfica de naturaleza valenciana. Como fotógrafos de naturaleza íbamos a realizar nuestro propio reportaje, iba a conseguir esas imágenes que, desde hacía tantos años, tenía en mente. Mi sueño se iba a hacer realidad.


Los vuelos directos al aeropuerto de La Palma se anulaban constantemente: el viento transportaba gran cantidad de cenizas del volcán, sustancia muy agresiva para los motores de los aviones. Teníamos la opción de volar a Tenerife y desde allí llegar a la Isla Bonita de La Palma, en Ferry. Estudiamos los pros y los contras y decidimos arriesgarnos con el vuelo directo. Acertamos.


Viajábamos con un equipaje muy justo, para no enredarnos con los embarques, siempre inseguros y arriesgados, de los aeropuertos. Esta decisión nos dejaba sin poder llevar pesados y estables trípodes, pero con soportes más pequeños, también aseguraríamos la potente óptica de nuestro material fotográfico.


Con un coche de alquiler llegamos a nuestro apartamento, en la cara este de la isla, cogimos todo lo imprescindible para filmar, y con las gafas de protección, ropa adecuada y gorra o sombrero, salimos disparados hacia los Llanos de Aridane (es, con 20.760 habitantes, el municipio más poblado de La Palma) atravesando el túnel de la Cumbre. Poco después, apareció ante nosotros una impresionante columna de humo negro que ascendía verticalmente hacia un cielo amenazante, en el paraje de Cabeza de Vaca, cercano a la localidad de El Paraíso del municipio de El Paso. Simultáneamente, escuchábamos su fragor incesante que machacaba sin tregua, desde su irrupción el 19 de septiembre, a las sufridas poblaciones levantadas en aquellos llanos.


Sin pérdida de tiempo buscamos un acceso adecuado donde poder aparcar. El objetivo era aproximarse al volcán sin tener obstáculos visuales.



El suelo se estremecía y nosotros más. Tener aquel monstruo tan cerca nos dejó sin habla. El fuego aún no se apreciaba, solo veíamos sus poderosos vómitos de humo y lava. Cuando cayó la tarde sí apreciamos el color rojizo de las erupciones.


Cambiamos de ubicación, buscábamos un emplazamiento hacia el oeste que nos dejara más visible la segunda boca, que parecía muy activa. Tomamos la carretera de Tacande y nos reinstalamos a cien metros del corte de la LP-212. Las autoridades habían cortado la carretera, así impedían la aproximación de curiosos a torrentes de lava y emanaciones de gases. Todos los caminos en dirección al río de lava estaban custodiados y solo tenían acceso los bomberos, vulcanólogos, policía local, guardia civil y la Unidad Militar de Emergencias (UME). Excelente trabajo, que ha evitado hasta la fecha, víctimas.



Ahora el volcán estromboliano lo teníamos encima, insultante, rabioso, amenazante, aterrador. Sentirlo y verlo en directo no se parecía en nada a las grabaciones retransmitidas por televisión. Nuestras ópticas se metían en la propia boca segunda del volcán, un auténtico infierno, situada algo por debajo de la principal, pues ahora ya tenía cuatro vomitorios, que amenazaban sin cesar a todas las construcciones y cultivos plataneros que se interponían en su descenso hacia el mar.



De vez en cuando todo temblaba por un tronar más potente. Los perros ladraban a estas fuertes alteraciones y también, a la mayoría de los movimientos sísmicos que nosotros no éramos capaces de apreciar, sólo los más fuertes. Parecía que estábamos en una guerra, en la batalla por conseguir esa imagen deseada, que siempre había soñado. Cerca escuchábamos comentarios de observadores anónimos que, asustados, mostraban cara de estupor y… con razón. Nosotros, acostumbrados a las aterradoras mascletàs, que durante las fiestas falleras se disparan en Valencia, no les hacíamos caso. Estábamos atentos a las imágenes que generaban las explosiones: enormes trozos de lava, de muchos metros de diámetro, volaban oscuros hacia el cielo para caer luego sobre la ladera del cono, provocando grisáceas polvaredas, mientras rodaban cuesta abajo por su pendiente.



Aquello era dantesco. Conforme se escapaba la luz solar en el atardecer, aparecían los humos de diversas tonalidades que ahora comenzaban a contrastarse en la oscuridad de las cenizas. Las inmensas llamaradas ascendían lanzando piroclastos a varios cientos de altura. Parecía que subían a cámara lenta y lo mismo, en su descenso. Solo era una ilusión óptica y dinámica creada por las enormes dimensiones de aquellos mecheros del gigante.



El viento no cesaba. Las nubes de ceniza volaban ahora hacia el mar. Todo quedaba completamente negro: la carretera, las casas, los plataneros… Tuvimos que protegernos para evitar que esa fastidiosa lluvia se nos metiera en los ojos, en los pulmones o en el equipo fotográfico. Mascarillas, gorras, sombreros, chubasqueros para las cámaras…lo que hiciera falta, pero nosotros resistiríamos aquella magnitud viva sin quedar cegados ni asfixiados.



La continua lluvia de cenizas nos obligaban a proteger las cámaras


Conforme se hacía de noche, comenzamos a apreciar los ríos de lava incandescentes, que implacables bajaban las
pendientes, arrasando todos los obstáculos que aparecían en su empecinado descenso.



Las murallas de lava, en algunos puntos, llegaban a alcanzar los veinte metros. Ya llevaban destruidas cerca de mil quinientas casas, amén de colegios, iglesias, industrias, almacenes y numerosas fincas agrícolas. Los turistas habían huido ante la lluvia implacable de cenizas, que afectaba a toda la isla: desde los parques naturales de laurisilva (un tipo de bosque subtropical húmedo) hasta los telescopios del observatorio astrofísico Roque de Los Muchachos, en lo más alto, a 2500 metros sobre el nivel del mar. 

Mientras, escuchábamos estremecedoras historias de los vecinos de una prominente loma de Los Llanos: amigos que, en siete días, habían perdido sus dos casas y sus explotaciones de plataneros. 




El brazo principal de lava bajaba hacia el mar, caía hasta sus aguas, formando una nueva fajana, que humeante, ganaba terreno a las aguas. La anterior fajana (o delta lávico) estaba más al sur, fruto de la erupción del volcán Teneguía, el 1971. Dos coladas más se habían quedado a pocos metros del mar, cosa que provocaba que el magma se enfriara, se amontonara y se extendiera lateralmente, engullendo más propiedades y, muchas otras, seguirían la misma suerte.



Volvimos a cambiar de ubicación. Esta vez nos habíamos situado en el Mirador de El Time, con intención de ver mejor el recorrido de la lava. Los tubos lávicos encauzaban aquel río dorado a gran velocidad, para aparecer al descubierto más abajo. Pequeñas nubes negras o blancas, anunciaban un nuevo incendio y correspondiente destrucción: ardía una nueva vivienda o los plásticos de otra explotación bananera. Por las orillas de la brillante lava se apreciaban las luces de emergencia azules o rojas o amarillas de la policía, de la UME, de los bomberos… 



Como ya he mencionado, hasta 23 de octubre del 2021, no se había producido ninguna víctima humana. El enorme despliegue de las fuerzas de seguridad mencionadas tenía bien controlada la situación, a pesar de la magnitud. Numerosos vulcanólogos de todo el mundo realizaban diversas mediciones, para intentar comprender a la bestia. Aquella experiencia les serviría como ejemplo para ese tipo de erupciones.





El 23 de octubre, después de 96 horas, aproximadamente, dimos por concluida nuestra aventura ante este fenómeno de la naturaleza que viene repitiéndose desde que la Tierra es tierra. Hemos estado ante el Cumbre Vieja, un poderoso gigante, el Diablo para los palmeños, el ogro del fuego que, por ahora no les deja vivir tranquilos, ni soñar con un futuro próspero ni anhelar la estabilidad pasada, nada de esto sucederá hasta que no vuelva a dormirse la tierra. Como es obvio, jamás olvidaremos lo vivido en este episodio de erupción de lava volcánica y lamentos palmeños. La solidaridad de la población española está garantizada.  


Fotografías: Luis Santamaría Malde

                    Manolo Ambou Terrádez


Manolo Ambou Terrádez


11 comentarios:

  1. Q maravilla 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻

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  2. Muy interesante,muy ilustrativo me hubiera gustado estar allí.Enhorabuens

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  3. Muchas gracias por el documento, amigo. Eres una fuerza de la naturaleza.

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  4. Aún a pesar de la situación dan dantesca que está provocando, es realmente un espectáculo de la naturaleza que vale la pena disfrutar, enhorabuena por tan buen reportaje y por esas maravillosas fotografías.

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  5. Manolo, como siempre, fantástico reportaje, seguro que cualquier descripción se queda corta.
    A seguir!!!!

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  6. Impresionante documento Manolo, fue un verdadero placer poder compartir esa experiencia con vosotros. Nunca lo olvidaré. Un abrazo.

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  7. Emilio: Igualmente. Ya os decía yo que estos son momentos que guardaremos para siempre, como preciosas joyas de nuestra vida. Un fuerte abrazo, y hasta la próxima.

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