Hace años, siempre que
daba alguna conferencia con audiovisual sobre nuestra fauna y mencionaba al
Roquero Solitario, curiosamente, un murmullo se escuchaba en la oscuridad de la
sala. Seguramente, aquel nombre les recordaba a Miguel Ríos, un cantante de Roch, famoso y solitario en sus actuaciones que
empezó por los 60.
Os
contaré como tuve mi primer encuentro con esta ave tan singular.
Eran los años ochenta, cuando
andaba colgado por las paredes, realizando un estudio en directo sobre el
Águila perdicera (Hieraaetus fasciatus),
que habita en mi zona de trabajo.
Estas numerosas horas de observación en los
cantiles donde anidaba la magnífica rapaz, me dieron la oportunidad de descubrir a esta paseriforme que siempre había desconocido oculta por la distancia.
Era una madrugada de primavera.
Terminaba de descender por la pared los veinte metros a plomo que me dejaron sobre nuestro hide de madera, colgado atrevidamente
sobre un extraplomo a cuarenta metros sobre su base.
Aquel día, si no fallaban mis
cálculos, debía producirse la eclosión de los huevos que incubaba la hembra de la rapaz.
Levanté la mirilla con
acostumbrado cuidado y nuevamente
apareció ante mi el magnífico
cuadro sobre naturaleza dedicado al Águila perdicera.
Más que un cuadro era un plató de
vida, pues constantemente aparecían distintas especies ante mí, cerca del nido,
como pequeños actores ansiosos por participar en aquella obra.
Yo había calculado esos 43 días
de incubación, en este caso, por parte de la sumisa
y veterana hembra.
El nido está formado por una enorme
acumulación de leña con cerca de
dos metros de altura y más de un metro de anchura, colgado de forma
milagrosa sobre una angosta cornisa, tapizada en la parte superior con verdes ramitas y hojas de pino, algarrobo y olivo. Su tamaño era el fruto de varias nidificaciones en el mismo lugar.
En el centro se encontraba
acostada la rapaz, atenta a lo que sucedía abajo en el río. Pero junto a ella
descubrí algunas presas en el nido. Era la primera vez desde que se puso a incubar.
Aquello me demostró que ya se había producido la eclosión, al menos del primer huevo. Este acto de llevar presas al nido solo se aprecia a partir de que hayan nacido el primer pollo.
Pero algo ocurría alrededor del
nido en aquel escenario natural.
Aquello me demostró que ya se había producido la eclosión, al menos del primer huevo. Este acto de llevar presas al nido solo se aprecia a partir de que hayan nacido el primer pollo.
El Príncipe de la Cárcava |
Nunca había observado tantas visitas en tan poco
tiempo de las aves de aquel roquedo.
Pronto se acercó una curiosa y
atrevida Paloma bravía (Columba livia), que posada sobre un resalte a siete metros sobre el
nido, miraba curiosa descaradamente a su depredador.
Inmediatamente apareció un
gorrión chillón (Petronia petronia), que se posó sin reparo
sobre el nido, junto a la hembra fisgoneando con el cuello levantado. Algo más lejos, apareció una
Collaba negra (Oenanthe lucura), que permaneció brevemente con su mirada dirigida hacia el nido.
Parecía que también esperaba algo. Desde luego, también los Aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris) se acercaban con pasadas rasantes al nido, algo más frecuentes de lo acostumbrado.
Aquellos acontecimientos yo ya
los había estado observando en otros días pero no con tanta frecuencia y por
ello me hizo sonreír.
Estas curiosas visitas me recordaron a la magnífica
escena que supo plasmar Walt Disney, en la película de dibujos animados en "Bambi", que tan genialmente supo plasmar en el nacimiento del Príncipe
del Bosque y la visita interesada de sus habitantes. Era algo similar. daba la impresión que venían a visitar al Principe de la Cárcava.
Algo ocurría bajo el pecho del
águila, pues esta comenzó a incorporarse lentamente, con sumo cuidado y
descubrió ante mi al primer pollo que debió nacer esa misma mañana.
De plumas azules en el cuerpo y negro pizarra en alas y cola... |
Su aspecto era muy delicado, incapaz aún de soportar firmemente su cabecita y piaba incansable pidiendo comida a su enorme madre.
Aquel acto lo viví emocionado,
pues pude observar, sin perder un solo detalle, como dio el primer alimento al
aguilucho, con movimientos delicadísimos, mientras su hermano comenzaba a
romper el huevo.
Fueron unos minutos inolvidables, de tú a tú, pues mi observatorio solo se encontraba a siete metros del nido.
Posiblemente un roquero macho joven de primer invierno. |
Fueron unos minutos inolvidables, de tú a tú, pues mi observatorio solo se encontraba a siete metros del nido.
El polluelo quedó saciado junto a
su orgullosa madre que lo miraba atentamente, cuando apareció tras ellos a corta distancia,
mirando también curiosa, un ave magnífica, que aún no había tenido la ocasión de
observar de cerca. Su color azul parecía un reflejo del cielo. Se trataba de un Roquero solitario (Montícola Solitarius)
Siempre había creído que era negro, muy parecida al Mirlo común (Turdus merula), con cola algo más corta, pico oscuro y diferente por su canto. Pero ahora, frente a mí, a tan solo diez metros, me permitió apreciar su verdadera tonalidad, sorprendentemente hermosa.
Siempre había creído que era negro, muy parecida al Mirlo común (Turdus merula), con cola algo más corta, pico oscuro y diferente por su canto. Pero ahora, frente a mí, a tan solo diez metros, me permitió apreciar su verdadera tonalidad, sorprendentemente hermosa.
Era su plumaje gris azulado en el cuerpo y negro pizarra en las alas y
cola, los ojos marrones y el pico obscuro más largo que el del mirlo común.
Quedé maravillado y rabioso por
no disponer de una óptica suficiente para haberlo fotografiado.
Solo estuvo unos segundos, pero
yo quedé prendado por aquella aparición.
Pasaron los años sin tener más
oportunidades de verlo cerca y al fin acerté con una estrategia para
sorprenderlo más cerca y así capturarlo con mi cámara para mi colección de
especies observadas.
Como con muchas otras especies,
aún no he tenido la oportunidad de conseguir esa foto que mi mente imagina,
pero espero.
Pero ahora tengo un buen plan para sorprender con mejores condiciones a esta hermosa ave. El haid ya lo tengo montado ante la roca donde acudirá. Pronto, en esta próxima temporada, espero conseguirla para vosotros.
Pero ahora tengo un buen plan para sorprender con mejores condiciones a esta hermosa ave. El haid ya lo tengo montado ante la roca donde acudirá. Pronto, en esta próxima temporada, espero conseguirla para vosotros.
Y como no puedo esperarme más
para hablaros de esta solitaria ave, os pongo las modestas fotos, que asta
ahora he conseguido, para que vayáis haciendo boca.
Fotos del autor.
Manolo Ambou Terrádez
Pues en eso estaremos. Esperando al Roquero solitario.
ResponderEliminarYo tambien crei que era negro, pero me has convencido, a ver si consigues esa "foto" tan deseada.