UN TRABAJO FOTOGRÁFICO TRUNCADO
Una de
las especies de rapaces más complicadas de observar es, sin duda alguna, el
Azor, “El Pirata del bosque”.
No es
normal verlo volar libremente en lo alto, por el cielo. Su hábitat es el
bosque, la fronda, la oscuridad desde donde nos observa sin ser visto.
A
la hora de capturar sus presas, su
magistral capacidad de sortear en vuelo, muchas veces, a cerca de 100 km por
hora cualquier obstáculo, lo hace excepcional.
Le gusta
otear desde alguna rama baja del
pinar o del bosque, en su límite o junto a un claro. Observa con agudeza para
sorprender alguna posible presa.
Su ataque será
por sorpresa, volando a ras del suelo, sorteando los matorrales a gran
velocidad, gracias a su perfecto diseño de alas redondeadas, que le permiten
potenciar su aceleración, y su cola, de buen tamaño, y su perfecto timón, le
facilita los bruscos cambios de dirección y corte en seco de su velocísimo vuelo.
Su mirada, es capaz de penetra en la sombra, entre la maraña
de la fronda, para descubrir su pitanza, su alimento diario.
Su caza la he observado muchas veces en cetrería, pero en
libertad, en muy pocas ocasiones, cuando aún habían pinares en la comunidad
Valenciana.
Mi maestro fue
Raul, un excelente cetrero de Pedralba, que abandonó la clásica caza con escopeta,
para cambiarlo por el “Noble arte de la Cetrería”.
Fuimos aconsejado por nuestro tan admirado Félix Rodríguez de la Fuente, con el que nos carteamos frecuentemente en aquellos años, utilizando sus conocimientos e inestimables consejos.
Fuimos aconsejado por nuestro tan admirado Félix Rodríguez de la Fuente, con el que nos carteamos frecuentemente en aquellos años, utilizando sus conocimientos e inestimables consejos.
Habíamos
conseguido capturar y amaestrar un Azor. Su doma, fue un trabajo delicado e
interesantísimo. Con ello tuvimos la
oportunidad de observarlo volar y cazar, de verlo y sentirlo de cerca. Tener la
oportunidad de verlo volar hacia a ti, para posarse en tu brazo fue
extraordinario, muy emocionante.
Sus ojos amarillos responden a la característica de las rapaces del
bosque, donde necesitan más capacidad de visión por su oscuridad.
Los años
pasaron, Félix consiguió la ley de protección de las rapaces, pues hasta
entonces se consideraban alimañas y por consiguiente, Raúl decidió con gran
pesar no legalizarlas y después de ciertos entrenamientos, poner sus rapaces en
libertad.
Desde
entonces, dejé de ver esta maravillosa rapaz. Los pinares fueron sucumbiendo al
fuego y por lo tanto el número de ejemplares nidificantes fue mermando en Pedralba
y en el resto de esta comunidad.
Pasaron
muchos años cuando entré a formar parte de aquellos escasísimos aficionados a
la fotografía de fauna, la mayoría aguzados por nuestro amigo Felix, que emitió
los primeros programas de nuestra variopinta naturaleza.
Mis
trabajos con rapaces, se habían centrado especialmente con el Águila perdicera (Hieraaetus fasciatus), pero jamás tuve
la oportunidad de hacer algún trabajo con el azor.
Mi
compañero Luis, en los noventa, seguía en esos años el rastros de un azor, en
la finca de unos amigos, situada en la Sierra Calderona, que disponía aún de un
excelente pinar de alepos adultos.
Por fin, y tras varios años, tuvimos la suerte de localizar
una nidificación, dentro del pinar más espeso, instalado en la base del follaje
y a mucha altura.
Pedimos la consiguiente autorización y tras preparar una
torre de once metros y un hide de
madera, la instalamos a unos diez metros de aquel pino afortunado.
Montamos la torre poco a poco y muy rápidamente durante
varias sesiones, con el fin de que la rapaz fuera habituándose a aquel cambio
en la estructura del pinar.
¡¡Y… resultó!!
En Abril
descubrimos que incubaba.
Dejamos pasar
suficientes días para que nuestra incursión se produjera en la época que los
pollos fueran mayorcitos. Y llegó el día de ascender a nuestro escondite.
Era por
la tarde. Había llegado con cierto escándalo, para que la rapaz se alejara de
la zona y no pudiera observar mi aproximación.
Subí los
tramos de la torre muy rápidamente y en pocos segundos quedé instalado en mi
silla, tras el trípode y la cámara, dejando de emitir ruido alguno.
Suavemente dirigí el objetivo hacia el amasijo de leña acoplado sobre unas ramas y el propio tronco de la conífera. Tendría cerca de un metro de diámetro, tamizado de ramitas verdes, pero dentro descubrí tres pollos desiguales, en perfecto estado.
Suavemente dirigí el objetivo hacia el amasijo de leña acoplado sobre unas ramas y el propio tronco de la conífera. Tendría cerca de un metro de diámetro, tamizado de ramitas verdes, pero dentro descubrí tres pollos desiguales, en perfecto estado.
La luz
era escasa, solo algunos rayos de sol conseguían atravesar la espesura, sin alcanzar
al nido. Las fotografía iba a ser muy complicada.
Aún que
me sentía tentado por sacar las primeras fotos a los pollos, debía esperar con
absoluto silencio, la llegada de uno de los adultos, que era lo más importante.
Pasaron cuarenta
minutos, cuando aprecié que los pollos se incorporaban, mirando hacia el mismo
punto. Acto seguido apareció la hembra con una presa. Miraba con agudeza a
distintos puntos del pinar, pero en ningún momento hacia nuestro hide; eso era estupendo, un auténtico
logro.
Una vez
asegurada de la tranquilidad en
aquel rincón del pinar, se dispuso a dar de comer a los impacientes polluelos,
que piaban insistentemente.
Este fue el
momento de romper mi silencio; solo una foto y …. a observar la reacción de la
madre. Pero no se inmutó.
Con
mucho cuidado repetí mis disparos a tan soñada rapaz. La velocidad elegida en
la cámara era muy lenta y utilizaba un disparador de cable, para no tocar la
cámara.
También
debía contemplar que la torre no se moviera en ese momento con alguna racha de
inoportuno viento. Debía haber puesto un carrete con mayor sensibilidad, pero
las fotos podrían tener menos calidad. Confiaba en la suerte.


Cuando
terminó de darles de comer, saltó del nido y desapareció en la espesura.
Ya había
conseguido mis primeras fotos. Ahora faltaba revelar las diapositivas y verlas
para comprobar los resultados.
Rápidamente recogí el equipo y destrepé por la torre y en un par de
minutos desaparecí del lugar.
A la semana
siguiente, repetí la experiencia con similares resultados, pero ahora más
tranquilo al conocer la reacción de la rapaz, y al haber comprobado que las
fotografías salían aceptablemente.
Algunos días
después, mi compañero Luis sacó, con los mismos resultados, unas estupendas fotos.
Pero al día siguiente, asciende al escondite, descubre con asombro y rabia, que
los tres pollos, ya muy grandes, yacían
muertos, decapitados.
Debió
ser algún mustélido capaz de saltar hasta el nido, desde un pino cercano, como
la jineta. Los dueños de la finca confirmaron su existencia en la zona.
Todo el
trabajo truncado. Solo algunas fotos…. y gracias. Otro año será.
Días después, retiramos la torre y a la semana siguiente un
nuevo incendio devastó la Sierra Calderona, consumiendo desastrosamente los
pocos pinares que hasta ahora quedaban en pié y el de los azores. Nuestro gozo en un pozo.
Espero algún
día tener un nuevo encuentro con esta bella rapaz, en algún posadero, en alguna
fuente, fuera de la espesura, para mostraros mejor sus ojos, los ojos del
pirata, del pirata del bosque, el Azor (Accipiter gentilis).
Fotografos: Luis Santamaría - Manuel Ambou.
Manolo Ambou Terradez
Buema entrada colega.
ResponderEliminarEs una pena que la cosa, que empezó tan bien, haya tenido ese final.
Al menos pudisteis hacerles una buena sesión.
A ver si la próxima vez hay mas suerte.
Un abrazo y feliz 2013.
Como siempre, consigues trasladarnos a tu hide con tus explicaciones y tus imágenes.
ResponderEliminarGracias por compartirlo!
Mala suerte compañero, espero que a mi pareja no le ocurra nada aunque ya descubrí hace un mes plumas de uno por la zona.(te iba a decir que esta entrada era envidia pero no te lo digo, ups, ya te lo he dicho) je, je.
ResponderEliminarUn saludo y a seguir disfrutando.
Zacarias: Feliz año 2014-1 a ti y a Pilar.- Como siempre un buen reportaje, agridulce en este caso por causa del incendio.- Gracias.-
ResponderEliminarLástima que se truncara el reportaje Manolo.
ResponderEliminarConsigues que te lea como si de una novela de suspense se tratara.
Sigue con los reportajes.
Gracias
Sento
Con tantos incendios, nos vamos a quedar sin rapaces en la Comunidad Valenciana. Continua así Manolo.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Federico.