jueves, 9 de mayo de 2013

ÁGUILA CULEBRERA (Circaetus gallicus)



UNA RAPAZ FORESTAL ESPECIALISTA EN SERPIENTES

   En la entrada de la primavera, junto con esos grupos de aves que comienzan a regresar al continente europeo, procedentes de África, aparece en nuestros cielos una magnífica silueta clara, enorme, que planea magistralmente, como si quisiera darnos envidia de su libertad.



  Si somos observadores y nos ayudamos con esos prismáticos, que deberíamos llevar en nuestros paseos por el monte y así poderle sacar más partido a nuestra corta visión de la naturaleza, descubriremos que tiene una cabeza prominente, grande, mayor que las otras águilas.
  
Esta águila se cierne mientras localiza sus presas.
     Mientras vuela, de repente, al situarse en contra del viento, se queda quieta, se está cerniendo.
    Sus patas cuelgan y solo mueve ligeramente las puntas de sus alas más o menos abiertas, según la intensidad del viento. Hace el cristo, como si fuera un atleta.
    Si la observáramos en ese momento con un telescopio, situando la cruceta del ocular en uno de sus ojos, podríamos apreciar que este no se mueve, pero si el resto de su cuerpo que compensa las irregularidades del viento.   
    Necesita estar completamente inmóvil con su poderosa vista, para apreciar cualquier movimiento allí bajo, en el suelo, en aquel sector.
   Poco a poco irá cambiando de lugar, escudriñando minuciosamente todas las áreas que ella supone o ya conoce, donde puede encontrar su presa.


   Busca esos ofidios, esa culebra que toma el sol, o que sigilosamente persigue con su lengua bífida, entre el monte bajo, entre la hierba, el rastro de algún pequeño animal, que pudiera ser una presa potencial para ella.
   La especialización trófica de esta águila es tal que solo se alimenta de ofidios y lagartos. Con esta costumbre evita la competencia con otras rapaces.
   Captura ofidios de todos los tamaños, a veces enormes culebras bastardas, que en sus arrebatos, mientras agoniza, llegan a bloquear a la rapaz durante algunos minutos, hasta que cesan sus movimientos convulsivos, reflejos.

  
    La técnica de bloqueo de la rapaz con sus patas es perfecta, seguida de una rotura de las cervicales del ofidio con su fuerte pico. Luego la engullirá por la cabeza y dejará parte de ella fuera colgando.
   Su vista es magnífica, posiblemente una de las mejores de la tierra. Los glóbulos oculares son tan grandes, que su cráneo ha necesitado aumentar para alojarlos. Su iris es hermosamente amarilla, de impresionantes mirada.


   El dorso es oscuro. Salvo su garganta y peto pardo, toda la zona ventral es clara. La distinguiríamos de las Águilas pescadoras (Pandion haliaetus), por que sus alas son mucho más anchas que la de esta otra especialista en peces. 
  Es un águila de las que denominamos forestales, al tener la costumbre de elegir los emplazamientos de los nidos sobre árboles: en estas tierras encinas o pinos. 

Como toda buen hembra de rapaz, después de sus descansos, regresa con su ramita para asear el nido.

Todos los nidos que he seguido en mis diversas observaciones, los he encontrado instalados en plataformas en mitad de la fronda, nunca sobre la copa y alejadas del tronco, como los del Ratonero común (Buteo buteo) o el Águila Calzada (Hieraaetus pennatus).
   En cierta ocasión y durante tres temporadas seguidas, pude realizar el seguimiento, en el mismo nido, a estas tres rapaces forestales, ocupándolo la primera que llegó, adelantándose en su viaje migratorio. Al cuarto año un incendio devastó aquel  pinar. 

A los 45 días de incubación, el único huevo da origen a este inmaculado pollo. 

   Son nidos de hasta 100 cm de diámetro y de poca leña, mas bien pequeños para el tamaño de estas rapaces, si lo comparamos con los enormes que construyen  en los cantiles el Águila perdicera (Hieraaetus fasciatus ) y la Real (Aquila chrysaetos).

  La hembra incuba durante 45 días el único huevo y en algunas ocasiones también participará el macho, especialmente en los momentos de alimentación de la hembra fuera del nido.
   El macho aparece planeando por la zona, portando en su buche una nueva culebra parcialmente engullida, quedando a la vista solo su cola que latiguea.

El pollo, con 65 días, intenta tragarse una enorme culebra como lo hacen sus padre
    La hembra o el propio pollo tirarán del ofidio, para facilitarle al macho su regurgitación. 
  Si el pollo es pequeño será cebado con menudos trozos, pero cuando ya tenga unos treinta días, intentará engullirlo como sus progenitores, entero.
  
El pollo ya crecido potencia sus alas elevándose sobre el nido.

El solitario aguilucho, a partir de los dos meses, ya plumado y algo aburrido, comenzará a inquietarse y realizará fortísimos aleteos que le preparan para abandonar el nido.

  Una o dos semanas después saltará del nido, para unirse con sus progenitores en esos vuelos de elegantes planeos, allá en lo alto, mientras lanza sus lastimeros reclamos y embellecen, aun más nuestros cielos.

Fofografías del autor.

Manolo Ambou Terrádez

8 comentarios:

  1. Muy bien Manolo. A ver si poco a poco vamos aprendiendo algo de esta naturaleza antes de que acabemos con ella."Enhorabuena".
    Pepe Durán

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  2. Ya me estás dando envidia, a ver si me buscas una para mí, je, je. Serán uno de mis próximos objetivos. Un saludo.

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  3. Magnificas fotos y artículo, enhorabuena Manolo.

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  4. Y este artículo puede ser simplemente una pequeña parte de la punta del iceberg...

    Manolo, deleitanos!

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  5. Bonito de verdad, siempre aprendo algo nuevo con tus reportajes. Muchas gracias Manolo.

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  6. Gracias, realmente exquisito, me encantan tus trabajos de campo Manolo, a seguir así.

    Saludos

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