LOS TRES MOSQUETEROS
Como observador de
la naturaleza, como fotógrafo de ella, mas mirón que otra cosa, siempre me ha
hecho gracia esa semejanza de nombres comunes que en algunos casos sucede en
las aves y por ello me presto a agruparlos.
Esta vez se trata
de los mirlos en Europa: Mirlo común,
el Mirlo acuático y el Mirlo capiblanco.
EL MIRLO COMÚN (Turdus merula)
Todos conocemos, y
de cerca, al mirlo común, dado que ahora, parece que comenzamos a ser más
respetuosos con la fauna que nos rodea, tenemos la ocasión de contemplar a esta
ave junto a nosotros, especialmente en paseos y jardines, sin que nos aparezca
ese instinto agresivo y depredador, que hasta no hace mucho nos dominaba.
Siempre he añorado
ese respeto al darme la oportunidad de observar la fauna más variada, de cerca,
a causa del plausible respeto de sus habitantes, en la mayoría de países
europeos que visitaba, incluidos los que se encontraban tras “El Telón de
Acero”, pues confundíamos su pobreza con la cultura y me sorprendieron.
Así que ahora, en nuestras
poblaciones, desde hace ya varias décadas, podemos contemplar a esta ave de
librea completamente negra, salvo el pico amarillo anaranjado, al igual que el
anillo ocular que rodea sus ojos, campeando por la hierba de los jardines, sin expresar
demasiada atención por nuestra presencia.
¡Juventud, que
suerte tenéis, esto en mi época era asombroso, impensable!
La hembra tiene un
tono menos brillante, más apagado al ser de un color con tendencia al marrón y
tampoco dispone del amarillo potente del pico y el anillo ocular marrón claro
como el pico también de color pálido.
Su cualidad de omnívoro
lo hace capaz de alimentarse de frutas y bayas, lo mismo que de insectos,
gusanos, babosas, caracoles; de todo.
Con su fuerte pico
es capaz de perforar la corteza de los frutos más grandes, como las naranjas
maduradas y caídas en el suelo, dejándolas en condiciones para que otras aves
se alimenten también de ellas.
Los campos de
naranjos y olivares son un excelente habitas para estas aves, pero su problema son
las brutales fumigaciones contra insectos y las podas con poca sensibilidad sin
que se respeten sus nidos.
No se si os habéis
fijado que hay pájaros que andan y otros se desplazan saltando, este es de los
últimos. Lo vemos por el suelo saltando con la cabeza baja, buscando sus presas
levantando bruscamente las hojas, con intención de sorprender algún insecto o
lombriz que haya subido por la noche al exterior, y si la encuentra, estirará
de ella hasta sacarla.
Algunas veces esta acción llega a ser muy
cómica, cuando es muy grande la lombriz, el mirlo se obliga a estirar el pico,
el cuello, todo su cuerpo e incluso se pone “de puntillas” para conseguir sacarla
de su túnel en la tierra.
Una característica
en la fabricación de su nido, es la utilización de barro para su base, que al
endurecerse lo deja perfectamente sujeto a las ramas frondosas donde esconde
sus preciosos huevos verdosos con pequeñas manchitas marrones, auténticas joyas.
Ahora, cuando
comience la primavera, oiremos su precioso canto, que marca su territorio,
especialmente en las horas crepusculares.
Yo soy una de esas
persona agraciadas, por vivir entre naranjos, donde se produce una conjunción
extraordinaria, al juntarse a la vez sus gorjeos aflautado y melódicos del canto de estas aves con el aroma embriagador
de sus flores, el azahar; un extraordinario placer.
¿Sabemos
apreciarlo?
EL MIRLO ACUÁTICO EUROPEO
(Cinclus cinclus)
Era una
preciosa mañana en el inicio del verano paseaba por las orillas de un río
pirenaico de aguas cristalinas y revoltosas, que descendían del deshielo de la
alta montaña, tras haber descansado algún tiempo en pequeños lagos, en ibones,
para descender luego con ruidosas cascadas hacia las praderas. Ya más calmadas,
ahora entre pulidas piedras, dejan ver su pureza, su transparencia y plateados
reflejos.
Era un
placer caminar junto a él. El prado estaba completamente lleno de flores,
especialmente aguileñas y orquídeas, y entre ellas, algo más poderosas, se
alzaban los iris pincelando el prado con su fuerte color violeta.
Al llegar
sobre un moderado desnivel del río, me senté junto a él en la sombra, camuflado
por las ramas bajas de un pino negro que había resistido estoicamente las
inclemencias de la altura en tantos inviernos.
Acompañado por los cánticos de aquellas aguas, disfrutaba viendo las medianas truchas, que ágiles y nerviosas capturaban los insectos que caían imprudentes al río. de
repente surgió un ave de las aguas, para posarse sobre una de aquellas piedras,
que como diminutas islas sobresalían del río.
Tenía su plumaje pardo oscuro con el pecho
blanco, a modo de “babero”. No paraba de hacer movimientos nerviosos
agachándose y levantándose bruscamente, mientras miraba a su alrededor. Cuando
cerraba los ojos enseñaba los párpados blancos. Llevaba en su pico negro una
gusarapa que había capturado, y pronto se la tragó tras golpearla en la piedra.
Repasó con el pico sus plumas, que no parecían
mojadas y unos segundos más tarde se zambulló ante mí en un relativo remanso.
La transparencia del agua me permitió seguir su actividad dentro de ella. Se
movía por aquel elemento como si volara y pronto alcanzó el fondo, dirigiendo
su cabeza hacia la corriente, adoptando una postura de cuña.
El mirlo, sobre la piedra, apunto de saltar hacia el nido. Detrás el del año anterior. |
La fuerza
de la corriente lo comprimía contra el fondo y ahora caminaba por él, volteando
los guijarros nerviosamente. Solo le bastó levantar la cabeza para subir a la
superficie, para flotar hasta ella como si fuera un corcho, y de un salto quedó
nuevamente sobre una piedra con dos de aquellas larvas atravesadas en el pico.
Las gotas de agua, como diamantes, resbalaban
por su plumaje impermeable. Después de realizar esos movimientos agachadizos,
salió volando con rápido y potente aleteo rectilíneo, siguiendo el cauce aguas
a bajo, como una flecha.
Estaba
aún extasiado por lo que terminaba de ver. Tenía algunos conocimientos sobre
esta ave, pero aún no había gozado con la oportunidad de verla en directo y
desde tan cerca.
Estaba
claro, que por su alimentación, necesitaba de aguas muy limpias, donde se
desarrollan las gusarapas, estas larvas de insecto tan exigentes, bioindicadores de la pureza de un río.
Era
evidente que si quería verlos en mi tierra mediterránea, tendría que buscar
aguas limpias, puras, con corriente. Y así lo hice.
Debía
probar en la parte alta del Turia y tras revisar sus orillas y observar
excrementos blancos en algunas de las piedras que sobresalían en la corriente,
encontré instalado en una inclinada cornisa de roca sobre el agua, de difícil
acceso a un depredador, dos nidos redondos en forma de hornos morunos con
entradas por la parte inferior.
Uno de
ellos parecía algo dañado, pero el otro daba la impresión que era de esta
temporada, así que me achoqué en la
fronda de la ribera y esperé a ver su presencia.
El pollo de turno asoma la cabeza. |
Corrieron
unos pocos minutos cuando pasó ante mi como un rayo. Evidentemente, en ese
momento, no estaba activo aquel nido, así que probaría la próxima temporada, en
otro río más estrecho, que a demás me permitiera sacar fotografías a menos
distancia, y así fue.
Esta vez
lo busqué en un modesto afluente de Turia, era el río de Arcos, perfecto, porque
agrupaba todas las condiciones necesarias.
Monte mi
pequeño hide junto a unos matorrales y esperé a que apareciera esta curiosa
especie, pero ahora con la cámara en mano.
No tardó
en presentarse sobre una de las piedras dentro de las aguas con varias
gusarapas en el pico y después de asegurarse de la ausencia de enemigos y tras
emitir unos chasquidos ascendió al nido donde penetró en el orificio sin
siquiera tocarlo. A continuación se escucharon a las crías reclamando su comida
y momentos después salía del nido con un paquete fecal blanco en el pico y
desapareció río a bajo, como siempre, como una flecha rasante al agua.
EL MIRLO CAPIBLANCO
(Turdus
torquatus)
Tras informarme que ciertas aves del norte
visitaban las zonas altas de las montañas del Sistema Ibérico en los
alrededores del pico de el Toro, me incitó a preparar un hide robusto, estable,
que aguantara las nieves, los vientos y cualquier otra inclemencia que se
produjeran en aquel inhóspito lugar, muy próximo a los dos mil metros, a la
alta montaña. El techo lo cubrí con tierra, césped y plantas, imitando a los
que observé en Noruega, me pareció lo más adecuado.
Lo monté junto a una modesta fuente, repleta de
excrementos de zorzales, donde había observado que acudían a calmar su sed.
¿Cuál era el motivo de aquellas aves por escoger ese
lugar tan inhóspito?
Excrementos |
Efectivamente: en aquel lugar los montes estaban
repletos de sabinas centenarias y los pinos albares soportaban gran cantidad de
muérdago parasitándolos. Estas aves procedían de regiones y países del norte,
en las montañas, allí donde se terminaba el bosque subalpino, formado por el pino negro, donde comienza a ceder su
desarrollo por la excesiva altura de aquellos lugares. Este mirlo, especialista
en los prados limítrofes con la alta montaña,
ahora totalmente cubiertos por la nieve, por el auténtico invierno, sin
posibilidad de encontrar alimento alguno, se ven obligado a emigrar hacia
tierras menos inhóspitas, zafándose de las bajas temperaturas y donde puedan
encontrar estos generosos especímenes forestales que los mantengan.
Una semana después de instalar el hide entro en
él, con intención de comprobar si las aves lo habían aceptado ya. Cuatro
especies de zorzal juntos con el ave que yo jamás había visto, el Mirlo
capiblanco, bebían juntos en el hielo que comenzaba a fundirse por el sol en
una pequeña depresión de un camino, pero estaba situado en un lugar que no me
permitía fotografiarlos correctamente.
¡Bien! Solo faltaba que acudieran a la pequeña
balsa que había instalado ante el hide a una distancia adecuada, y para ello
debía eliminar cualquier encharcamiento en los alrededores de aquella modesta
fuente. Comprobada aquella aceptación, realicé unas reparaciones en la balsa,
con la ilusión de volver a la semana siguiente con mayor fortuna.
Esta vez me acompañaba Eusebio, un nuevo amigo
que conocí en la Sociedad Ornitológica de Valencia, durante una de mis
conferencias. Residía muy cerca de allí y estaba altamente interesado, como yo, en hacer
observaciones en aquel ecosistema.
Al poco de introducirnos en nuestro protector
recinto, vimos diferentes aves que se posaban en lo alto de las viejas sabinas,
oteando los alrededores. La mayoría eran zorzales, pero pronto distinguimos al
mirlo capiblanco tan deseado y a los pocos minutos entró a la balsilla ante
nosotros; fue emocionante. Era la primera vez que lo podíamos contemplar tan
cerca. Podíamos distinguir todo su plumaje con detalle. Era negro, de proporciones
semejantes al mirlo común, con la parte inferior del pico amarillo salvo en la
punta que era negro, el borde de las alas algo pálidas, pero con una gran
mancha blanca a modo de “babero”, lo que me indicaba que era un macho. Las
hebras, algo pardas, no disponían de un babero tan inmaculado, pues estaba manchado
por bandas oscuras. Le llegábamos a apreciar las aureolas blanquinosas que
rodeaban las plumas del vientre, dándole un efecto escamoso. Era francamente
hermoso y para mí exótico, así que nuestras cámaras comenzaron a realizar
reportajes de esta nueva especie.
Lo habíamos
conseguido. Ahora ya conocía al tercer mirlo europeo, procedente del norte de
Europa ¡De tan lejos!
Fotografías de Eusebio García y Manuel Ambou
Manolo Ambou Terrádez
Manolo Ambou Terrádez
No estaría mal algún archivo de sonido que acompañara el artículo. ¿Tienes archivos de sonido?
ResponderEliminarTu lo que quieres es que trabaje más aun. Je je. Si: debo de tener algo del común, buscarlo , digitaliizarlo y encontrar algún programa para reducirlo y que lo pueda implantar en este blog. No es tan fácil como poner una fotografía. Si puedo lo intentaré.
ResponderEliminarMaravilloso relato de tus vivencias sobre esta bonita ave. Enhorabuena y gracias Manolo.
ResponderEliminarAhora a esperar otro
Genial, Manolo. Como de costumbre.
ResponderEliminarEres un fenómeno Manolo, Me ha encantado leer este artículo
ResponderEliminarmuchísimas gracias por la información, me interese por conocer acerca de esta ave gracias a una canción de the Beatles. ..Blackbird.
ResponderEliminary creo haberle visto en algunos rincones del Perú desplazándose saltando como ud, nos cuenta.