lunes, 7 de septiembre de 2020

ESCAPADAS ASTRONÓMICAS 1ª



UNA MIRADA AL CIELO

Yo había hecho mis pinitos astronómicos en mi casa de campo en Pedralba, con un modesto telescopio de espejo de 1000mm y 15 cm de diámetro, pasando más frío que un perro pequeño a la intemperie, decidí construir en el tejado de casa una bóveda móvil de poliéster que nos resguardara durante las jornadas de observación del cielo. La había calculado para instalar un telescopio fijo de hasta 2000 mm de longitud total, pero algo me tiró a tierra el proyecto, la enorme humedad que terminaba cubriendo de agua los equipos por condensación. No era el lugar adecuado para mi proyecto tan cerca del río Turia.


Así pues, cambié de estrategia y opté por un equipo portátil que pudiera transportar a lugares más adecuados con mucha menos contaminación lumínica, lo que facilitaría mis observaciones y en especial, como fotógrafo, la astronómica.
Sospechando que para ello necesitaría mucho tiempo y me sería difícil encontrarlo entre mis múltiples actividades, necesitaba algo más práctico, más fácil de transportar. Así que se me ocurrió utilizar los teleobjetivos de alta calidad que empleaba para la fauna, utilizando un pié ecuatorial motorizado adecuado a mi equipo. Todo mucho más “económico” pues ya contaba con el equipo fotográfico de gran potencia que necesitaría. No se podría comparar con el telescopio, pero sospechaba que algo interesante podría conseguir y a por ello me lancé.

Adquirí un pié ecuatorial motorizado “HEQ5 Pro” y una batería  de 12V para alimentar el equipo de seguimiento y pronto salimos hacia Aras de los Olmos Luis y yo, con el fin de que nos orientara en nuestro aprendizaje Juanma, un experto aficionado a la astronomía y compañero de trabajo de Luis, agente medio ambiental cómo él  y que ejerce en aquel privilegiado lugar para la astronomía.




Era Febrero del 2013 cuando subimos a Aras de los Olmos. Íbamos a probar nuestra flamante montura con dos de las joyas de la noche, las únicas que podemos ver a simple vista: la galaxia de Andrómeda y la joya de la corona, la nebulosa de Orión.

Ahora, con este equipo podríamos seguir el movimiento del cielo durante el tiempo de la exposición, y así el objeto a captar quedaría sin moverse y por ello nítido.

Juanma nos explicó el protocolo a seguir : orientar correctamente el pie ecuatorial al norte y luego relacionarlo con tres estrellas distantes que ajustarían el equipo con gran precisión. Acto seguido probamos con la nebulosa de Orión. Introducimos los datos en el ordenador y pronto comenzó la máquina a buscar en el cielo su situación.
Ya la tenemos, vamos a ajustarle en el centro y disparar la cámara — Nos indicó Juanma.
Pip,pip,pip. — El temporizador de la cámara nos avisó con sus lucecitas rojas y acto seguido.
Crak — El obturador se abre y sube el espejo.
Un silencio de treinta segundos que seguíamos instintivamente con la mente y otro “crak” anunció el cierre y bajada del espejo de la cámara, seguido de la aparición de una imagen que nos era imposible ver solo a través de la óptica. 
¡Oh….!   Exclamamos aún incrédulos de lo que había captado la cámara con esa larga exposición que multiplicaba la sensibilidad de nuestra vista.


M42 Nebulosa de Orión

La pantalla de la cámara se iluminó, y allí estaba esa especie de mariposa estelar llena de tonos púrpura destacando en un fondo oscuro repleto de brillantes estrellas, la M42 en el catálogo del famoso astrónomo francés Messier. Luis y yo casi nos caímos de espaldas, parecía un milagro. Con ello terminábamos de entrar en ese modesto grupo de curiosos por la astronomía que podían disfrutar de un espectáculo escondido para el ojo humano, avanzando un poco más en nuestro conocimiento de las constelaciones.

Claro: Juanma pronto nos incitó a que buscáramos las dos joyas de la noche, las más grandes, aquellas que se pueden ver a simple vista en el cielo profundo.


Habíamos elegido primero la M31 del catálogo Messier, Andrómeda, una galaxia espiral y quedamos fascinados cuando apareció en la pantalla de la cámara, acompañada de otra pequeña galaxia, la M32, una galaxia elíptica. Fué como un milagro.


M32 Nebulosa de Andrómeda

Regresamos a Valencia entusiasmados por haber encontrado estos tesoros, tesoros del firmamento en la noche.


M16 Nebulosa del Águila

Pero aquello aún no había acabado. En junio del mismo año, subimos otra vez a Aras de los Olmos, también con Juanma. Advirtiendo la impresión y el entusiasmo que nos habían causado aquellas primeras apariciones, nos sugirió la M13, un cúmulo estelar de Hércules. También localizamos en la constelación Serpiente (Serpens) la M16 Nebulosa del Águilade, situada a 7000 años luz,  de un espectacular color rojizo y la M20 Nebulosa Trífida, a 5200 años luz, visualmente más pequeña, en la constelación de Sagitario, entre otras. 


M20 Nebulosa Trífida

Juanma nos estaba revelando los secretos escondidos en la oscuridad de esa noche generosa limpia de nubes, limpia de contaminación lumínica, que nos permitía vislumbrar con nuestro sencillo equipo aquel celestial escenario. Desde esa noche quedamos hechizados por esta afición tan deslumbrante. Una actividad que, sin tapujos, nos revela en directo la grandeza del Universo. 

Y quedamos contaminados por la astrofotografía para siempre.

Fofotografías de Luis Santamaría y el autor.

Manolo Ambou Terrádez

4 comentarios:

  1. Estupendo artículo Manolo, me ha gustado mucho.
    Un abrazo

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  2. Desde luego para los apasionados del asunto impresionante y emotivo, saludos.

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  3. Manolo, no dejas de sorprenderme!.
    Tienes el secreto de la eterna juventud, mantener la curiosidad intacta y la voluntad de explorar, experimentar e interaccionar siempre con algo que te fascina. La naturaleza!! . Siempre has sido para mí un referente a seguir. Un abrazo y sigue compartiendo tus trabajos.

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  4. I pensar que la luz que captaste de Andrómeda, hace dos millones y medio de años que fue emitida!. La astronomía nunca deja de sorprendernos. Sigue así Manolo. Un abrazo.

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