America en el cielo profundo
Era un día caluroso de verano en pleno mes de agosto. Conforme avanzaba el día miraba al cielo con mucho interés, esperando que no aparecieran aquellas nubes tontas que, sin dejar una gota de agua, durante la noche pudieran velar al firmamento. Parecía despejado cumpliendo el pronóstico de una aplicación del estado del cielo que tengo instalada en mi teléfono móvil, que hoy día comparte y ayuda a mi deteriorada memoria. Las personas que me conocen saben de mi gran afición por la ornitología, por la observación de las aves, pero no deben olvidar que mi vida es una autentica miscelánea. Siento gran curiosidad (y necesidad) por conocer nuevos temas, que me abocan a aficiones diversas que enriquecen mi espíritu y satisfacen mi necesidad de evolución. Es como un deber imperioso ante el porqué de mi existencia. ¡Caramba! Estoy algo místico, pero sinceramente es mi filosofía de vida.Sigue despejado y pronto caerá la tarde dejando paso a la noche. Cuanto deseo la oscuridad.
Tengo montado el equipo dirigido a la Polar, imprescindible para que la montura descubra, con las estrellas a su alcance, el lugar exacto donde el telescopio debe mirar. Esto originará que el ordenador astronómico pueda encontrar de forma exacta y sorprendente el objeto elegido en la sombria noche de ese cielo profundo. He elegido NGC 7000 que corresponde a la nebulosa América.
El equipo comienza a moverse encarándose hacia el noreste y tras detenerse y comprobar que aparece en el atlas del programa, lo encuadro y luego de indicar el número de fotos que deseo que tome y el tiempo de exposición para cada una de ellas, compruebo la temperatura que debe alcanzar la cámara astronómica que esta vez es de -10ºC.
Se inicializa el programa.
Confirmo que el tubo de seguimiento y su cámara trabajan correctamente, corrigiendo cualquier error que pueda cometer la montura ecuatorial. El programa de enfoque automático ronronea mientras realiza sus ajustes milimétricos con sorprendente precisión mostrándolos en su gráfico. Seguidamente aparece la confirmación de perfecto enfoque con un punto rojo y por fin, el equipo comienza a realizar las 50 fotos que le he pedido de 300 segundos de exposición cada una. Me quedo un par de horas observando que todo vaya correctamente y de paso, doy un paseo por ese cielo que es tan escaso como inmensurable para mí.
A la izquierda del telescopio brilla la Osa Mayor, a su derecha nuestra guía la Polar situada al final de la cola de la Osa Menor, que no puedo distinguir a causa de la contaminación lumínica de este lugar. Más a la derecha, tras una pinada, comienza a alzarse Casiopea mientras, la Osa Mayor desciende con ese círculo que sigue con su centro en la Polar.
Me he dormido emocionado en lo que mañana encontraré registrado en la memoria USB. Comienza a amanecer y tras asearme y sentirme completamente espabilado, corro al ordenador para insertar la memoria USB del registro de la noche. El procesado supondrá el 50% del trabajo, es algo que parece mágico. Primero elaboro un apilado (junto) las 50 tomas de 300 segundos cada una en una sola imagen. Después, poco a poco, con distintas herramientas iré rescatando esa imagen para configurarla, para darle realidad. Tras varias horas en tensión, emocionado espero el resultado y…
- ¡Aquí estááá!
Ese mundo real, ese espacio escondido entre las estrellas de nuestra galaxia aparece grandioso en la pantalla de mi ordenador y me deja perplejo por su inmensidad.
¡Cómo es de hermosa la imagen que contemplo!
DATOS: Nebulosa de emisión en la constelación de Cygnus.
Deneb es la estrella que ilumina esta nebulosa.
Se calcula una distancia a la Tierra de unos 1800 años luz.
EQUIPO:
-- Telescopio astronómico Ascar FRA400 (Quintuplete 72mm)
-- Tubo de guiado SvBony
-- Cámara astronómica ASI 294 MC Pro
-- Cámara planetaria ZWO ASI 120 mm Mini (Para el tubo guía)
-- Filtro Optolong L-Pro (Para la contaminación lumínica)
-- Montura ecuatorial EQ6R PRO
-- Ordenador astronómico ASiair Plus
-- Enfocador automático ZWO EAF
Fofografía del autor.
Manolo Ambou Terrádez