EN LA PIEDRA
La riqueza arqueológica que dispone la Península Ibérica es tan grande
que no conseguimos dar abasto con nuestros modestos medios económicos para
salvarlos, desde los complejos trámites para autorizarse prospecciones
arqueológicas por técnicos, simplificados rápidamente para instalar junto a
ellos, o incluso sobre ellos, las altivas torres eólicas y sus accesos; pero sigo
viendo que el dinero manda.
Todos sabemos, que la mayoría de poblados íberos se construían en los
altos para su defensa, y claro, es el lugar ideal para montar muchas de las
torres eólicas y disponer de la mejor captación de los vientos, e incluso sin
percatarse de que muchos de estos lugares son pasos obligados para la migración
de las aves que, si ya no tenían suficiente con los escopeteros, también les
toca lidiar con estas enormes aspas en movimiento.
Pero siempre hay alguna excepción, y por suerte, se han salvado los
restos de algunas poblaciones íberas, que nos muestran la historia, a poco que
nos esforcemos.
Toma aérea con el recorrido de la vía y los principales puntos del yacimiento del Castellar de Meca. |
Aparcamiento y al fondo el collado de acceso. |
Fuente al pié de la cueva del Moro. |
Escalera de ascensión rápida al poblado. |
La erosión ha destruido a trozos el camino, que sin embargo conserva su suave pendiente adivinando su trazado. Poco después, los vestigios se notan más claramente, comienzo a ver en la roca viva los trazos rectos tallados por las herramientas. Ahora ya, más adelante, contemplo de forma continua las profundas huellas que dejaros los carros con sus llantas de hierro en la caliza, seguramente de pobladores posteriores a los íberos.
Bloques de la destruida defensa y al fondo parte de la muralla de gruesas piedras talladas. |
Pero ahora, el Camino Hondo se sumerge en la roca en un tajo de varios metros de profundidad y unos dos metros de anchura. Las huellas producidas por los carros penetran en la roca unos 30 centímetros, siglos de acarreos, a lo que debió ser un importante centro económico.
En la base de las paredes distingo una serie de concavidades,
dispuestas ¿para encajar trancas de madera, para impedir que los carros
recularan, mientras los animales se recuperaban ante el desmesurado esfuerzo, o para que estos travesaños retuvieran la tierra necesaria para allanar la pendiente, con el fin que los animales tuvieran mejor tracción? Esta segunda teoría del eminente ingeniero e historiador Isaac Moreno Gallo me resulta más creíble. En el centro de las rodadas se aprecia la erosión de las pisadas de los cascos de las bestias.
Meseta de la ubicación del Castellar de Meca. En el puntal la acrópolis. |
Este lugar fue ocupado por diversas civilizaciones desde la edad del
Bronce en el siglo VI a.C., los propios Íberos del siglo IV al III a.C., y luego una ocupación medieval, que
posiblemente desapareció a causa de la peste negra a mediados del siglo XIV.
Bifurcación de acceso a otras calles. |
Al sur, encuentro una enorme fosa llamado “El Trinquete” de 29 x 5 con una profundidad de unos 14 metros, nos da una capacidad de almacenaje de 2000 metros cuadrados, bien defendido en este atalaya.
Sigo apreciando habitaciones,
escaleras, aljibes, pesebres, abrevaderos y depósitos, pero ahora, casi al
final del yacimiento y cerca del extremo próximo a la acrópolis busco otro depósito
muy grande que aún recuerdo, que estaba saliendo del yacimiento.
Lo encuentro más abajo de la planicie y pienso debió recoger gran cantidad del agua, si fue utilizado como aljibe, a juzgar por su tamaño. Es impresionante. Se encuentra a la derecha del camino de descenso, está muy a la vista. En su borde aprecio una oquedad que debió servir de abrevadero para los animales.
Ahora paso a la margen izquierda de la barrancada, y en su descenso me lleva a una escalera de fuerte pendiente tallada en la roca viva con quince peldaños, que pronto me dejan sobre la fuente, modesta pero refrescante. Sobre mí, un grupo de grajillas parece que me despiden con sus característicos graznidos, que haciendo eco en el atalaya se repiten, mientras dejo a mi espalda este trozo de historia bien grabado en la roca del Mugrón.
Manolo Ambou Terrádez
GRACIAS MANOLO.
ResponderEliminarTe prometo que nada más este en condiciones de andar, visitaré El Castellar de Meca. Allí podré sentir plenamente que no soy en absoluta catalán.
Gracias y un abrazo.
PD. Espero que podamos reunirnos para hablar de todo y de todo.
Espectacular Manolo.
ResponderEliminarEstupendo Manolo, buena información, apetece pasarse, un abrazo.
ResponderEliminarComo siempre un disfrute que compartas tus experiencias a través de los estupendos artículos y preciosas fotos. Gracias Manolo. Un abrazo.
ResponderEliminarWow! Increíble artículo!! Leerlo ha sido como vivirlo! Estoy deseando poder visitar este yacimiento!! Muchas gracias!
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