Una de
las aves más escurridizas con la que me he enfrentado es el Ruiseñor
(Luscinia megarhynchos)
Intentar
obtener algunas imágenes con las que pudiera mostraos este pequeño pájaro paseriforme
migratorio, de discreta librea, pero de singular y potente canto, me ha
resultado muy costoso, a pesar de que le he dedicado muchas horas en diversas
ocasiones. Siempre había fracasado por descubrirlo entre la vegetación donde
acostumbra a estar.
Lo
escuchas ante ti, pero no eres capaz de verlo limpiamente, siempre se interpone
alguna ramita que desgracia cualquier toma y casi siempre en penumbra.
Pero si
esto fuera poco, su menudo tamaño hacen que necesite estar muy cerca de él,
para que la toma sea aceptable.
Fracaso
tras fracaso y los años se han pasado sin conseguir mi objetivo, una foto
aceptable.
Esta
primavera, mientras esperaba que acudiera a una higuera otra ave de especial
canto, aun que no tan modulado como los del ruiseñor, de hermosísima librea, y
cuando llevaba un buen rato, nervioso por mi evidente fracaso con esta dorada
ave, escucho en la frondosa higuera esos cantos deliciosos, inconfundibles, que
inundaron todo aquel vallejo. Eran
los del Ruiseñor, mi especie pendiente.
-- ¡Caramba!
¿Tendré esta vez la suerte de poderlo descubrir? Uhm……
Mis ojos
escudriñaban por la mirilla de mi improvisado hide, montado con algunas telas
de camuflaje que siempre llevo junto con el equipo, sujetas a unas ramas de un árbol.
Los
maravillosos trinos relajaban mi mente aliviándome de incipiente enfado, pero también
me intrigaban, ya que lo tenía muy cerca, pero me era imposible descubrirlo,
como siempre.
En uno
de sus pausas, entró en el vallejo un Cuco que no dejaba de lanzar su poderoso
reclamo desde los pinos, salvados milagrosamente del desastroso incendio de
este pasado verano.
Este sí que lo veía, aunque cubierto parcialmente por las ramas y algo lejos para mi
óptica.
Saque
una foto y seguí sus movimientos con la esperanza que se posara sobre la
higuera, pero una hora después se cambió a otro vallejo más lejos, de donde sus
reclamos me llegaban ahora mucho mas suaves.
Mientras
tanto, el ruiseñor, parecía tener gran querencia por la higuera, pues aunque
en algún momento se escuchaba algo alejado en otro rincón del vallejo, pronto
repetía sus trinos ante mí. Pero nada.
Debía de
tener algo más de paciencia y mis ojos seguían escudriñando la fronda, sus
sombras , las ramitas soleadas y nada de nada, pero estaba ante mí.
No hacía
nada de viento y las hojas de la higuera estaban quietas. Mis ojos debían descubrir
algo que se moviera, aun que fuera muy poco.
-- ¡¡Ya te
tengo!!
Al fin
lo había encontrado. En la sombra, tras una hoja pude ver solo su cabeza y su
pico que se abría y cerrada más o menos según el tono que emitía aquel discretísimo
pajarillo.
Ahora debía de estar atento a sus
cambios de lugar y cruzar los dedos para que se situara en un punto más
visible.
Pasaron
los minutos y…. de pronto cambió de posadero, esta vez le veía casi todo su
cuerpo excepto su cola tapado por la “jodía ramita”.
Estaba
en la penumbra, pero mi objetivo daba suficiente luz a la cámara sin necesidad
de subir excesivamente la sensibilidad.
-- Salta, salta de una
vez y ponte un poco más a delante, más a la vista. Le decía por lo bajito,
esperando que no me oyera pero que me hiciera caso ¡ Jo jo!
Y de
pronto, como si atendiera mi deseo, cambió de ramita y se puso
espectacularmente en pose, con excelente luz, sin dejar de cantar.
La
cámara lanzaba ráfagas con intención de pillar sus diversas posturas de su pico
y garganta mientra modulaba su amplio y magistral repertorio.
Una vez
asegurada la foto, cambiaba a vídeo de alta definición, grabando de esta forma
también su sonido.
--
¡¡Fabuloso!! Dos de un tiro.
Ya no lo
veía ni escuchaba, así que aproveché para revisar las fotos.
-- ¡¡Ya lo tengo!!
-- ¡¡Por fin lo tengo!!
-- Y el vídeo seguro que ha salido
correctamente. Pensé.
Cambié
de postura en mi cómoda silla de tela plegable y nuevamente me aproximé a los orificios de mi pañuelo de
camuflaje para descubrirlo, con la esperanza de repetir aquellos lances
fotográficos.
No
pasaron muchos minutos, cuando de nuevo, el ave continuó su repertorio en un
nuevo posadero y este aún mejor para mis ansiadas fotos.
La
cámara echaba humo. No podía
desperdiciar esta ansiada oportunidad que ahora se me brindaba, casi insultante,
ante mis ojos.
Estaba
disfrutando como nunca, pues ahora contaba con un excelente equipo que me
captaba imágenes muy aceptables.
-- ¡Ya era hora!
Así
repetí las escenas unas cuatro veces, como jamás pude hacer en tantos años de
intentos frustrados.
Regresé
contento con mi suerte y mi trabajo, con muchas ganas de estudiarlas en la
pantalla del ordenador, que me desvelaría la verdad de mi reportaje.
Fotografías y vídeo del autor.
Manolo Ambou Terradez
Un placer para el oído. Muy buena filmación.Pepe
ResponderEliminarMuy bien Manolo, la paciencia y la tenacidad consiguen los logros deseados.
ResponderEliminarUna gozada. Enhorabuena Manolo por tu añorado logro.
ResponderEliminarMuchas gracias otra vez por deleitarnos, Me imagino la sensación que debiste sentir al obtener estas imágenes y dulces cantos. Un abrazo. Federico.
ResponderEliminarExquisito reportaje Manolo, grácias por compartir y a seguir así.
ResponderEliminarSaludos