En uno de mis recorridos por el estado de Madhya Pradesh, al norte de la India y a pesar de las inundaciones que ese año se extendían por gran parte del país, aquel día conseguimos aterrizar en el aeropuerto de Khajuraho de milagro.
Hacía solo unas horas que las aguas cubrían la pista de aterrizaje. Éramos los primeros en aterrizar en el aeropuerto que nos comunicó así con esta pequeña población, situada lejos, muy lejos,
en aquella inmensa llanura.
El motivo de nuestro viaje era conocer unos
originales monumentos religiosos de los Chandela, una dinastía que en los
siglos X y XII gobernó en esta parte de la India.
Llegaron a construir ochenta y cinco templos durante unos cien años, entre el 950 y 1050, conociendo en esta época un desarrollo arquitectónico extraordinario, sin igual.
El cambio religioso impuesto en este territorio hizo que estos templos quedaran abandonados, sin uso durante largo tiempo y gran parte de ellos destruidos y ocultos por la vegetación, hasta que en 1838 un ingeniero del ejercito británico, el capitán I. S. Burt, los redescubrió.
Tanto por dentro como por fuera, todas sus
paredes presentan numerosísimas esculturas con representaciones diversa. Pero
las que más nos llamaron la atención fueron todas esa figuras sensuales y
eróticas, como un Kama sutra esculpido en piedra.
Tienen un estilo muy particular, talladas en la roca arenisca con sumo mimo, nos muestran momentos sencillos de la vida, de la corte, mostrando la danza, la música o momentos amorosos.
Entre todas las opiniones que buscan el
sentido estas singulares construcciones, estimo que la que más se ajusta es la de ser
una lección sexual y de amor para los jóvenes, sin pudor, con sencillez, de
forma hermosa y francamente bella.
Hoy día, desde el año 1986, estos templos están considerados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Fotografías del autor.
Manolo Ambou Terrádez
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