A corta distancia de la Catedral de León se
encuentra uno de los tesoros más importantes del románico de España, un grupo
de frescos que envuelven las paredes y techos de la que en su día fue panteón
de los retes de León.
En mi persecución por España y algunos países de Europa de este
arte singular, tropecé con esta fantástica agrupación de pinturas con un estado
sorprendente que nunca sospeché.
La cripta se encontraban en un plano
inferior a la basílica.
Cuando alcancé aquel recinto, adelantándome
al guía que atendía al resto de los visitantes, quedé petrificado ante aquella
maravilla.
Era una sala cuadrangular de unos ocho
metros de lado sobre las ruinas de un templo romano.
Parecían recién pintadas y no lo estaban. Me
preguntaba como había podido sobrevivir ante tantos avatares sufridos aquí a lo
largo de nuestra longeva y movida historia.
Estaba solo e inmóvil apoyado en la primera
esquina que encontré, pues mis pierna se negaron a seguir ante aquella geoda
del románico, me temblaban.
Sus sencillos dibujos, como de costumbre representaban diversas escenas religiosas y bucólicas de esta forma tan artística que siempre me atrajo, dirigidos a la población sumergida en la ignorancia, que no sabía leer.
Cubrían las bóvedas y las paredes por encima
de la línea de impostas. Era impresionante.
Fueron unos minutos emocionantes ante
aquella visión de la historia y la religión, hasta que los pasos de los visitantes
rompieron mi éxtasis.
El guía me aclaró aquel excelente estado de
los frescos ante el paso de los tiempos, más de ocho siglos desde que aquel
artista las plasmara en el fresco mortero.
La clave estaba en el respeto a los muertos
y aquí más aún, pues descansaban todos los reyes de León, pero en la guerra de
la Independencia sucedió lo más insólito.
Tras ser ocupado por el ejército francés,
saquean las tumbas para apoderarse de
las joyas y tras vaciar los sarcófagos los aprovechan para usarlas como
pesebres. Por ello se convirtió en una estancia solo para las caballerías donde
los soldados no residieron, salvándose las pinturas por ello de los humos de
las hogueras que necesitaban para cocinar y calentarse.
Mis ojos ahora siguieron recorriendo las
pinturas reconociendo en ellas diversos momentos de la liturgia. Un pantócrator
con los cuatro evangelistas, la matanza de los inocentes, la última cena, la
pasión o la resurrección y un precioso calendario son escenas perfectamente representadas
en aquellos techos y paredes.
Pero posiblemente el conjunto que más me atrajo fue con diferencia el “ÁNGELUS A PASTORES”. Su variedad de elementos representan un conjunto extraordinario que muestra movimiento: Un paisaje con árboles frutales repleto de animales, la presencia del ángel ante los atónitos pastores, el perro mastín, las cabras, los carneros y vacas que pacen y pelean ausentes de la aparición.
No cuento más por que esto debéis gozarlo y
vivirlo in situ, cuando tengáis como yo la suerte y oportunidad de visitar esta
joya del románico escondida en la vieja Hispania.
Fotogafías del autor.
Manolo Ambou Terrádez
Manolo creo que lo que tienes entre las manos no es una cámara si no tu alma que pones en cada reportaje,gracias por compartir
ResponderEliminarLlorca
Buen trabajo Manolo.
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