GRUPO DE INTERVENCION
EN ALTURA
EN ALTURA
Esta vez quiero informar
de una labor poco conocida que realiza un intrépido y concienciado grupo de
agentes forestales en pro de nuestra naturaleza.
Quien ha seguido mis controles al águila azor perdicera en el Parque
del Turia sabrá que siempre ha sido con la imprescindible colaboración de Luis
Santamaría, ese muchacho que con muy corta edad se unió en 1980 a mi proyecto;
conocer con pelos y señales la vida de esta impresionante rapaz en sus largos
días de estancia en el nido en su reproducción.
Aquel proyecto vio la luz en 1983, y fue comunicado y relatado en
documentación, audiovisual e impresión en libro con el nombre de “CITA EN LA
ROCA” recientemente publicado.
Nuestro control anual con estas aves fue y sigue siendo un éxito, y
desde hace algunos años, Luis, convertido en agente medio ambiental, contribuye
en su trabajo con una actividad muy importante para el seguimiento de estas
rapaces, que sufren cierto retroceso en el número de nidificaciones en nuestra
comunidad, afectando también en el resto de la península.
Desde hace algunas temporadas que sigo los trabajos de su grupo de
intervención y me siento obligado a que conozcáis su extraordinaria labor tan
callada.
DESCRIPCIÓN
En primavera, los agentes medioambientales con formación en trabajos en
altura, pertenecientes al Grupo de Intervención en Altura (en adelante GIA) de
la Comunidad Valenciana, nuevamente han participado activamente en el programa
de análisis de enfermedades en pollos de
águila azor perdicera elaborado por el Servicio de Biodiversidad, en
colaboración con la universidad CEU Cardenal Herrera y Universidad Católica de
Valencia, y con la participación activa de los centros de recuperación de fauna
de las tres provincias valencianas. El programa cuenta con el respaldo del
director general, los directores territoriales, los jefes de servicio, etc.
Para desarrollar con éxito su labor, en primer lugar, deben conocer al
dedillo los lugares de intervención; en segundo lugar, deben tener en cuenta
los ciclos de reproducción de cada pareja de águilas, que varían de una a otra
pareja, pues en la intervención en el nido, los aguiluchos deben tener una edad
concreta, entre 32 y 47 días (más adelante explicaré por qué). Por todo ello,
se seleccionaron cinco nidos por provincia y centraron su trabajo en quince
días de primavera, aun que no fueron elegidos al azar: Los Agentes
Medioambientales y personal voluntario interesado por lo que sucede en su entorno les comunicaron,
entre otros valiosos datos, las fechas concretas de la posible intervención y los
acompañaron en ese trabajo.
LA APROXIMACIÓN
Se trata, en su mayor parte, de un terreno inestable por donde solo
transitan algunas cabras o jabalíes.
Una persona dotada con una emisora, capaz de guiar por los riscos y frondas
al resto del personal de intervención desde una posición privilegiada (la
ladera frente al nido), la figura del “agente número cuatro” u observador, a la
que se alude de manera recurrente en los cursos de formación que imparte el
Ministerio, resulta imprescindible si no se conoce el acceso exacto a la
vertical del nido, pues de ella depende que no se metan en pendientes equivocadas
y que encuentren lo más rápidamente posible la vertical del nido, donde colocar
la cabecera o descuelgue.
Una vez en la cabecera, como en un anfiteatro, cada uno tiene sus
funciones de forma sincronizada.
Se adaptan al medio ya que ninguna cabecera es igual. Los enseñaron bien
en los cursos de formación. La experiencia
en este entorno es muy valorada, el golpe del martillo y la roca les da
la pista para encontrar el lugar seguro donde poner el anclaje.
Junto al personal técnico y los
veterinarios, en la cabecera siempre se queda uno o dos agentes, completamente comunicados
y atentos a lo que sucede unos metros más abajo, en la vertical.
Esas paredes no suelen estar limpias: vegetación con distintos portes y
viejas rocas calizas a punto de desprenderse hacen que el primer agente que
desciende al nido (posiblemente la primera persona que lo hace) extreme la
precauciones al máximo, montando fraccionamientos si hicieran falta, colocando
protectores de cuerda en rocas afiladas
como cuchillos o arrojando al vacío alguna que tenga aspecto de desprenderse
cuando estén bajo ella. En esos momentos de aproximación, la adrenalina les sube
sus niveles en sangre, aun que ello no consigue hacerles perder la
concentración en ningún momento.
LA LLEGADA AL NIDO
Algunas veces es por su vertical y otras tienen que ingeniarse para
desplazarse algunos metros hasta ese extraplomo. En esos metros parece que sudan
más, pues hay unos ojos extraños que les están mirando.
En la mayoría de casos, con la edad correcta, y según su experiencia,
los pollos les observan casi inmóviles y, si su aproximación es sinuosa, así permanecerán
hasta que les cubran con una tela para inmovilizarlos y seguidamente
instalarles la caperuza de cetrería, garantizándoles una inmovilidad casi
completa.
Tras colocar las caperuzas, les vendan las garras de los pollos y se
introducen en la mochila o petate para poder subirlos con cuidado por la pared
vertical hasta la cabecera utilizando una cuerda o a espaldas de un agente si
así lo requiere la orografía o la vegetación del lugar (arbustos, ramas,
desplazamientos horizontales, etc.).
Si la distancia vertical desde el
nido hasta la cabecera es larga y si el equipo está constituido por varios
agentes, uno de ellos se posicione en mitad del recorrido controlando el
ascenso de tan preciado petate.
TOMA DE MUESTRAS Y VUELTA AL NIDO
Mientras el personal técnico y veterinario, en colaboración con los
agentes medioambientales que permanecen en la cabecera, marcan y extraen
muestras de la rapaz como indica el protocolo (frotis de la cavidad orofaríngea
y anal, peso, anillamiento, etc.), los agentes que permanecen en el nido
recolectan todo tipo de restos de presas (egagrópilas, deyecciones, plumas,
etc.) con gran pulcritud: sabemos con certeza que en el laboratorio, muy lejos
de allí, apreciarán su trabajo y sacarán muchos datos del estado de salud de
estas aves. Siguiendo recomendaciones de compañeros de otras Comunidades, aquí,
en la provincia de Valencia, dejan comida adicional, normalmente, aves.
La cabecera quedará en su estado anterior a la intervención, sin dejar
marcas de su presencia en la zona. Con posterioridad a tal actuación, verificarán
el regreso de los adultos al nido y que su comportamiento es absolutamente
normal.
Este año, de los veinticuatro pollos que extrajeron en la Comunidad
Valenciana, siete dieron resultados positivos en Tricomonas. Encontró presencia de Salmonella en cinco ejemplares y cuatro de ellos portadores de Campylobacter, resultados muy
preocupantes, pues aumentó el número de estos microorganismos respecto a los
análisis del año anterior.
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Equipo de intervención. |
Confiamos en que se reconozca al grupo de Intervención en Altura su extraordinario esfuerzo, su buen
hacer en este y otros proyectos de conservación en tan peculiar entorno y
pronto se les formalice la creación de este grupo, consolidando formación
específica, humana y material en pro de una mejor conversación de algunas
especies y de nuestro medioambiente.
¡Muchas gracias muchacho!
Fotos de Luis Santamaría Malde y del autor.
Manolo Ambou Terrádez
Fotos de Luis Santamaría Malde y del autor.
Manolo Ambou Terrádez
Este reportaje, es un apéndice perfecto para cerrar el libro que acabas de editar.
ResponderEliminarDas a conocer una labor esencial y muy poco divulgada en la protección y cuidado de la fauna. Muy bien Manolo.
Un abrazo Manolo, buena labor.
ResponderEliminarGran trabajo el que realizan todos ellos y un buen documento que da a conocer su labor. Un saludo y felicidades a todos los implicados en el proyecto.
ResponderEliminarQué pena que no se conozca este trabajo lo suficiente.Enhorabuena a tí y al grupo!
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